sábado, 3 de febrero de 2018

La nueva vida de Thomas. Capítulo 3.

Atracaron en un pequeño embarcadero de madera, rodeado por una idílica playa de arena blanca, y sus dos salvadores arrastraron el kayak fuera del agua, le dieron más palmadas en la espalda y volvieron a su lancha para continuar su ronda de vigilancia. Thomas admiraba la pequeña playa con la boca abierta, ni en el más optimista de sus sueños había imaginado un lugar tan paradisiaco. Un bosque de cocoteros abrazaba la playa de arena blanca y fina, mientras el mar susurraba con languidez a sus espaldas, en un contraste de tonos que dejaba en ridículo a la mejor de las postales de su colección. Un estrecho camino de piedra se adentraba entre los árboles y lo siguió muy contento, caminando a buen paso pero parando aquí y allá, intentando imitar el graznido de los muchos pájaros de colores que poblaban los árboles, y después de un recodo se encontró en una pradera de hierba bien cuidada, que circundaba una gran piscina rodeada de hamacas, delante de un lujoso hotel formado por varios edificios pequeños que reconoció como de estilo colonial en recreación decadente. Sin duda lujo del bueno.

No tuvo que pensar demasiado. El plan a seguir era evidente, hacerse pasar por uno de aquellos afortunados huéspedes y vivir allí de gorroneo mientras pudiera. En el peor de los casos le detectarían y le devolverían al continente, pero utilizaría su ingenio, creatividad y artes comerciales para permanecer en aquel estiloso lugar todo el tiempo posible. Se acercó a la piscina y observó a los clientes, su primer paso debía ser mimetizar el comportamiento de aquella gente para pasar desapercibido. La vestimenta no eran ningún problema, casi todos llevaban sólo bañador y algunos camisetas bastante desenfadadas, así que no llamaría la atención con su atuendo. El resto era fácil, leer el periódico, tomar el sol y alargar el brazo para aceptar uno de los cócteles que ofrecían los camareros que circulaban por allí.

Con cierta inseguridad se tumbó en una de las hamacas y aceptó un par de combinados, varios cuencos de frutos secos, sandwiches y todo tipo de aperitivos excepto los mexicanos. Ya había superado la etapa del chili con carne, ahora estaba en un nivel superior. 

-Si sigues comiendo a esa velocidad vas a terminar con las reservas del hotel y llamarás la atención -le dijo una joven apoltronada en la hamaca de al lado, que ocultaba sus ojos tras unas grandes gafas de sol.

Thomas se incorporó sorprendido mirando a la chica, morena, bikini negro, buena figura, no la conocía de nada. No entendía como le había identificado como un intruso tan pronto. Su cabeza empezó a barajar posibilidades ante aquel imprevisto, responder con acento extranjero fingiendo no entender bien el idioma (descartado), millonario excéntrico e inadaptado (descartado), funcionario de sanidad de inspección (descartado), reclutador de la iglesia de la cienciología disfrazado de turista (descartado).

-Siento haber llamado su atención, señorita -respondió con calma- Tengo que aprovechar estas pequeñas oportunidades que me brinda mi empleo para compensar el exiguo salario que me proporciona este establecimiento.

-¿Estás diciendo que trabajas aquí?¿Con esas pintas?

-Sí, así es. Soy el encargado del departamento de calidad en su sentido más extremo, es decir, de vigilar todos aquellos pequeños detalles que hacen de este lugar un sitio tan especial.

-Ya, ya, ya. O sea, que ahora mismo estás vigilando a los camareros, para comprobar que hacen bien su trabajo.

-Exacto. Compruebo muchas cosas, de todo, desde que están atentos a las peticiones de los clientes hasta que llevan bien puesta la corbatita esa.

-Pajarita.

-Esa. Que recogen y limpian las mesas. Y que se dirigen a los clientes con educación y el debido respeto. Bueno, y aunque no me esté bien decirlo compruebo también que desarrollan las imprescindibles acciones comerciales, intentando colocarles bebidas caras y platos fuera de la carta.

-El hotel es todo incluido. Pagas una burrada y consumes lo que quieras.

-Sí, claro, por supuesto -improvisó Thomas- pero me refiero a esas otras bebidas que no se encuentran tan fácil… y comidas raras… Prohibidas. Ya sabe, los ricos, vicios, depravación, consumismo desbocado y todo tipo de adicciones. 

-Y, por poner un ejemplo, ¿qué harías si ahora encuentras un pelo en tu vaso? -preguntó la chica sentándose en la hamaca frente a él.

-¡Pufff! Mejor que eso no ocurra ¿sabes? Esa es una de las peores cosas que puede pasar. Vamos, que podría despedir al camarero. Ipso facto.

-Pero ¿y si el pelo no es de él? Pongamos que es un pelo rubio y el camarero moreno, aquél de allí. ¿Le despedirías? Así, tan ricamente, sabiendo que el pelo no es suyo.

-No, no, claro. Primero abriría una investigación. Comprobaríamos el ADN y si es de él, aunque sea un pelo rubio, pues a la calle.

-Aaaaah. Entiendo. ¿Y si el análisis de ADN dice que no es de él?

-Pues entonces no.

-Pero él ha traído el vaso con un pelo. Debería haber estado más atento.

-Sí. Sin duda, por eso también le despediría.

-No eres inspector del hotel.

-No.

-Vale.

-Vale. -respondió Thomas cariacontecido- ¿Cómo te has dado cuenta tan rápido de que me he colado?

-Por la camiseta. Verás, todos estos tíos de por aquí llevan camisetas parecidas a la tuya, pero son imitaciones. Son de Armani, Gucci, Prada, mil veces más caras que la tuya, pero imitan a la tuya. No sé si me sigues. Las de ellos recrean una camiseta cutre pero son carísimas y la tuya es cutre sin ningún pero. Auténtica, eso sí.

-Entiendo. 

-¿Cómo has llegado hasta aquí? -le pregunto la joven.

-Resumiendo de forma breve. Me fugué de casa, abandonando esposa y tres hijos, mi vecina me llevó al centro y acabé en una estación de autobuses, llegué a Daytona, convertí en próspero un decrépito negocio de kayaks haciendo acrobacias, me sacaron en youtube, apareció mi mujer, me largue en una de las barcas y aparecí aquí.

-Es todo mentira.

-La pura verdad.

-Joder. Me encanta conocer gente. Lo raros que sois, Señor. 

-¿Y tú? ¿Te alojas en el hotel? -preguntó Thomas.

-Sí. Soy millonaria. Muy rica. Vivo en la parte más chula de New York. Vengo en helicóptero cuando me apetece descansar.

-¿Sabes llevar un helicóptero?

-Tengo chófer. Con gorra de plato y todo -observó la expresión que adornaba la cara de Thomas- Se pone lo auriculares de piloto debajo de la gorra. Por si ibas a preguntar.

-Sí, iba a preguntar. Y ¿a qué te dedicas?

-Soy bloguera. 

-Anda, qué bien. ¿Tienes un canal en youtube?

-Por supuesto.

-Y ¿de qué temas trata?

-Huuuuumm.. Misterios y cosas así, aspectos de la ciencia difíciles de entender. Soy científica. Resuelvo dudas a la gente sobre temas poco conocidos. Me pagan mucho por eso, miles de dólares.

-Ya supongo. Y ¿te preguntan mucho sobre el espacio, galaxias, la vida en otros planetas y todo eso?

-Sí, puf, de eso lo que más.

-Oye ¿y qué planetas componen el sistema solar? Siempre he tenido la duda.

-Eh, pues, puf, hay un montón, verás, Marte, Saturno, la luna, Efemérides, Calixto y Melibea, entre otros varios.

-Ya veo -dijo Thomas extendiendo un dedo acusatorio- También te has colado. Estás de gorroneo.

-Siiiiiií -respondió ella cariacontecida. 

-Vale.

-Vale ¿Cómo te has dado cuenta?

-Uno, a quien lleva un helicóptero se le llama piloto, no chófer. Dos, tu acento tiene mucho de hispano y más bien nada del Upper East Side. Y tres, deberías repasarte los episodios de Barrio Sésamo sobre el sistema solar. Ah, y sobre todo tengo un don especial para reconocer a la gente, producto de mi experiencia en el desarrollo profundo de técnicas comerciales.

-Entiendo -respondió la joven ofuscada- Veo que debo depurar algunos detalles. Pensé que mi personaje era muy convincente pero te han bastado un par de minutos para descubrirme.

-Soy muy observador de los detalles, es cierto ¿Cómo has llegado hasta aquí?

-Ves ese tío de allí. El gordo con pinta de árabe rodeado de tanta gente. Es un jeque, de los del petróleo, está dando la vuelta al mundo, visitando los mejores hoteles, con toda su familia, casi 100 personas. Me pegué a su séquito en la recepción de un resort de lujo en España hace unos meses. Me dieron una habitación pensando que acompañaba a la familia. Así que me uní a ellos a partir de entonces. Al principio tenía que montar el numerito cuando llegábamos a algún sitio, ya sabes, dónde está mi habitación, como que no tengo sitio en el avión, etc. y enseguida me lo arreglaban pasándole la cuenta al jeque. Pero ahora me incluyen en las reservas, su secretario cree que soy la traductora de español.

-¿Eres española?

-De Granada. 

-Qué bonito. Recorrí la ciudad antigua una vez. 

-¿Te gustó? Hay muy buen ambiente y los bares ponen unas tapas para morirte ¿verdad?

-Pues no sé, a tanto no llegué. Es que hice mi recorrido con el street view de Google Maps.

-Aaaah. Pues de allí soy yo, sí, sí, sí.

-Thomas Parker Lynn -dijo ofreciendo la mano a la chica.

-Carmen Pérez López -respondió ella aceptando el saludo.

Guardaron silencio durante unos segundos mientras Thomas pensaba en lo poco que iba a durar en aquel hotelazo si su presencia resultaba tan llamativa. Y era una pena pues aquel lugar era el mejor de los escondites, siempre que no tuviera que pagar. Necesitaba encontrar la forma de pasar desapercibido pero no se le ocurría nada que pudiera improvisar.

-Te ayudaré -le dijo Carmen adivinando su inquietud- Lo primero es conseguirte una habitación. No puedes quedarte en la piscina a vivir.

-Va a ser muy difícil, no tengo identificación, ni reserva, ni tarjeta de crédito. Y aunque la tuviera creo que se desintegraría de la vergüenza al pasar por el datáfono de este hotelillo.

-Bueno, ¿qué habilidades tienes? Algo sabrás hacer aparte de todo ese tema comercial que cuentas, porque aquí te va a servir de poco.

-Pues no sé, tengo una gran coordinación corporal y se me da bastante bien bailar, el claqué y ese tipo de cosas. Y puedo escribir con las dos manos. A la vez.

-Huuummm… Esa última parte no nos interesa, pero lo del baile… puede ser la solución. ¿Te ves capaz de echarle mucho morro a la situación?

-Me crezco bastante ante las dificultades y largos años de vivencias opresivas no han acabado conmigo, así que creo que podría poner algo de morro en el asador, por decirlo con humor.

-Bien. La situación es desesperada, creo que te das cuenta -afirmo ella subrayando el adjetivo- Así que te la tienes que jugar, el todo por el todo. O te echan de aquí en cinco minutos o te ganas la plaza en el hotel. ¿Cómo lo ves?

-Puf. ¿Y no podríamos esperar un par de horas? Para disfrutar un poco de este entorno natural, tranquilo y bien aprovisionado antes de que deje de ser gratuito y me echen.

-No, tiene que ser ahora, si se acerca la hora de comer ya no hay nada que hacer.

-Vaya, es una pena -respondió Thomas resignado- ¿Cual es el plan?

-El jeque árabe. Ya le ves, perdiendo el tiempo y ganando kilos, abundando en su grandeza y sobre todo en su inmensidad -respondió Carmen haciendo un ademan hacia el otro lado de la piscina- Acércate y dile que es la hora de sus ejercicios. Eres el entrenador personal que contrató hace unos días. A partir de ahí es cosa tuya.

-Pues vaya idea. Sólo con mirarme verá que yo no soy su entrenador personal.

-Es que no tiene. Pero no te preocupes, ¿crees que se acuerda de todo lo que compra y contrata? Tío, que llevo seis meses siendo su traductora de español.

-Ya capto la idea.

Thomas dedicó unos segundos a la concentración más profunda. Soy un entrenador personal, de un jeque, mejoro su forma física, le obligo a entrenar, a ponerse en forma. Tengo una misión. Casi sin darse cuenta avanzó hasta aquel hombretón pletórico de grasa y sin duda ávido de una buena sesión de deporte, que mantenía una aburrida charla con un par tipos de su séquito. Le tocó en el hombro.

-Perdone, señor jeque. Es la hora del entrenamiento.

-¿Cómo? -respondió el hombre mirándole sorprendido- Pero ¿de qué me habla?

-Ya me lo dijo cuando me contrató. Que se haría el remolón, que pondría un montón de excusas y que no le hiciera ningún caso, porque quiere ponerse en forma sí o sí. ¡Vamos! -dijo Thomas arrebatándole el combinado y el canapé de las manos y propinándole unas animosas palmaditas en el trasero que obligaron al jeque a dar un respingo seguido de unos pequeños saltitos.

-¡¡¡I have the power!!! -gritó Thomas abriendo las piernas de un salto y colocando los brazos en cruz,  ante la mirada atónita de los tres hombres- Vamos ahora mismo, ¡todos! ¡En posición de inicio! ¡Pero ya!

Sabía que aquel era un momento crucial, si le seguían aquello podía salir bien, pero si no lo hacían todo se desmoronaría y acabaría en su kayak en mitad del desierto marino. Así que gritó más fuerte mientras comenzaba una serie de ejercicios, doblando la rodilla hacia su pecho en movimiento lateral.

-¡¡¡I have the power! !! -repitió aún más fuerte.

Percibía que los dos acompañantes del jeque sentían la incitación salvaje de aquel grito ancestral, que carga los músculos de adrenalina, los llena de sangre y acelera la respiración, de esa llamada que evoca la huida desesperada delante de un gigantesco tigre dientes de sable, de la carrera alocada a la caza del mamut. Pero, estaba claro, aunque fuera a duras penas se contenían, no se iban a mover mientras su jefe no lo hiciera.

-O te pones las pilas o te toco otra vez el culo -le dijo muy serio.

Y eso funcionó. El jeque se arrancó con un mejorable salto que provocó un millón de vibraciones en su mole mantecosa y dobló algo la rodilla, y sus dos secuaces le siguieron, demostrando un poco más de flexibilidad aunque también resultaban bastante lamentables.

Thomas no desaprovechó la oportunidad. Inició una rutina de sencillos ejercicios de calentamiento mientras los ya sudorosos alumnos trataban de imitar sus movimientos. Algunas personas se empezaron a congregar alrededor del grupito, con ánimo de divertirse un poco disfrutando de la patética torpeza del jeque, pero aquel entrenador personal no iba a dejar que avergonzaran a su cliente, arruinándole a él la vida, así que les fue invitando a participar, añadiendo algunos pescozones cuando fue necesario, y en unos minutos tenía a toda la piscina copiando sus movimientos.

Una vez concluida la fase de calentamiento comenzó con algunos pasos de baile, rudimentarios pero rayando en lo delirante, y se admiró de la facilidad con la que perdemos el sentido del ridículo una vez que comprobamos que otros no le tienen tanto miedo. Se dejó llevar y se adentró en un baile indefinido y ecléctico que los demás imitaron, formando una especie de caótica expresión grupal sin ningún sentido que, sin embargo, resultaba magnética. Parecía que no participar de aquello significaba perder una oportunidad de vivir algo bueno y nadie se quedó al margen, incluyendo al camarero de pelo moreno que era especialmente receptivo, quizá ayudado por algún tipo de sustancia que consumía para sobrellevar aquellas tediosas mañanas en la piscina.

Tras treinta minutos de danza orgiástica y gritos espontáneos, Thomas dio por concluida la sesión, rogando que todo aquello hubiera servido de algo. El jeque, agotado y doblado sobre sus rodillas le miraba con la lengua fuera, envuelto en sudor. Se incorporó y se dirigió a él, le atrajo hacia su enrome y empapado cuerpo, le abrazo, le palmeó la espalda y le dejó cubierto de una capa cremosa de repugnante sudor. 

-Gracias, gracias amigo entrenador. Ha sido uno de los mejores momentos de mi vida.

El plan de Carmen había funcionado.


El hotel recibió una queja formal presentada por el secretario del jeque, muy molesto porque habían traspapelado la reserva de habitación para el entrenador personal de su jefe. Y Thomas se encontró sin todavía creerlo tumbado en la inmensa cama de una amplia y lujosa habitación superior, con vistas a la piscina. Observaba los muebles, la decoración, la televisión gigante, el equipo de música, la cafetera, sin hacerse aún a la idea de que todo aquello estaba a su disposición. Sonó el teléfono en una de las mesillas.

-Enhorabuena, campeón, lo has hecho de maravilla -le felicitó la voz de Carmen- No creí que tus dotes para el baile fueran tan geniales ¡Qué bien lo he pasado haciendo tu rutina de ejercicios! Oye ¿tú te dedicas a esto? ¿Eres monitor en un gimnasio o algo parecido?

-¿Yo? No, qué va. Soy amo de casa casi todo el tiempo pero, ya te lo dije, se me dan bien los bailes. ¡Y eso que se me olvidó el claqué!

-Pues ha sido genial ¿Qué te parece si te pegas una ducha, te adecentas un poco y vamos a comer juntos?

-Me parece bien, pero lo de adecentarme lo veo difícil, es que no tengo más ropa que la que llevo puesta.

-Parece que aún no te has hecho cargo de las ventajas de tu nueva situación -rió ella- Llama a recepción y pregunta que coño han hecho con tu maleta. Si la tienen en el mismo sitio que la reserva de tu habitación.

Media hora después Thomas entraba en el restaurante vestido con un carísimo pantalón azul de lino de Egipto y una camisa blanca de marca aún más cara, cortesía del hotel. Vio a Carmen en una de las mesas pero alguien le chistó desde la gran mesa presidencial.

-¡Eh, entrenador! Ven a comer con nosotros, hombre, que queremos conocerte mejor -le dijo el jeque levantándose de la silla con cierta dificultad, sin duda producto de unas incipientes y potentes agujetas.

-Es que había quedado para comer con Carmen… Con la traductora de español.

-Pues que venga también a comer a esta mesa, con mi familia -respondió el hombre mientras el secretario daba unas palmadas y ordenaba que colocaran dos servicios más.

Thomas y Carmen se acomodaron en la mesa con tres de las mujeres del jeque, que se sentaban a su izquierda, y con dos chicas jóvenes a su derecha, que el millonario presentó como algunas de sus hijas.

-Mi nombre es Farid -dijo el patriarca- Puedes llamarme así. 

-Yo soy Thomas -encantado de conocerle.

-Thomas. Te voy a decir que me has proporcionado alguno de los momentos más emocionantes de mi vida. Había olvidado lo satisfactorio que resulta generar endorfinas, excepción hecha de las producidas por los no menos memorables esfuerzos de estas mujeres que se sientan a mi izquierda -dijo levantando miradas reprobadoras de todas las mujeres- ¡Pero no os enfadéis! ¡Si lo he apuntado de una forma muy sutil para que no lo pillen aquí las adolescentes!

-Querido, eres un memo -le respondió una de las esposas sin lograr por ello borrarle la sonrisa.

-Bueno, Thomas. Quiero que sepas que eres muy honrado sentándote a mi mesa, no sólo por lo obvio, ¡soy un jeque multimillonario, ja,ja,ja,ja!, sino también porque habrás observado que sólo me acompañan mujeres y esto es porque considero que su conversación es bastante más estimulante que la de los hombres. ¡Así que eres una excepción!

-Muchas gracias señor jeque. ¡Farid! -corrigió Thomas tras recibir una patadita en el tobillo, regalo de la siempre atenta Carmen.

-Cuéntame, Thomas. ¿Cómo has adquirido estas habilidades en la enseñanza del entrenamiento físico que te han proporcionado tan destacado puesto en el honorable equipo de mis sirvientes? Aprovecho para señalar el buen ojo que tengo seleccionando al personal que me asiste. ¿Verdad, niñas? -dijo mirando a sus jóvenes hijas, que contestaron con un gruñido al unísono sin dejar de explorar su móviles- No las hagas caso. Está de moda hacerse las indolentes pero ¡han disfrutado de tu clase de aeróbic tanto como yo!

-Gracias. Pues verá, Farid. Yo… -trató de improvisar algo interesante pues no tenía preparada ninguna historia sobre su supuesto historial- Yo antes era estrella del pop -le interrumpió otra patadita bajo la mesa- No, quiero decir que era bailarín en el espectáculo de una estrella del pop. Beyoncé. -más patadas, pero ya no había vuelta atrás- Sí, muy simpática, pero muy maniática. Se sintió un poco amenazada por mí, ella usaba otra palabra… Eclipsada. (patada) Sí.. No podía seguirme en algunos pasos, ¿sabe? (patada) Es muy habilidosa pero le falta ese toque, ya me entiende, ese toque mágico, (patada) para ella es todo a base de trabajo y trabajo y vamos que le costaba mucho (patada, patada, patada).

-¿Conoces a Beyoncé? -preguntó una de las jóvenes sorprendida.

-Ya lo creo. Y a Rihanna -respondió Thomas, anticipando una nueva patada- A veces salíamos los tres a tomar unas copas y a quedarnos con el personal en alguna discoteca de Los Angeles. No veas, menudo par.

-Vaya. Siempre decepciona conocer detalles sobre las estrellas a las que tenemos tan idolatradas -comentó Farid- Y yo que pensaba que Beyoncé baila fenomenal. Recuerdo ese videoclip, en el que se marca unos pasos complicadísimos con otras dos chicas con zapatos de tacón, ¡si parece casi imposible que lo hagan tan bien!

-Eso es todo Photoshop -comentó Thomas recibiendo un fuerte pellizco que le hizo dar un respingo.

-¡Ja, ja, ja! ¡Eres un cachondo Thomas! Photoshop dice el tío. ¿habéis oído niñas? Deberías tomar nota, este hombre no sólo es un genio en su profesión, también es sincero y tiene un gran sentido del humor. Me inspiras buenas vibraciones, ¡se nota que dominas el terreno de las relaciones!

-Ya lo creo. Mi faceta oculta es la capacidad para darle un innovador toque comercial a cualquier idea o empresa, como hace poco demostré popularizando un vetusto negocio de alquiler de kayaks.

-Eres una caja de sorpresas, Thomas. Me interesa mucho todo esto que intuyo en ti, tendré que pensar sobre ello.

-¿Y usted cómo llegó a ser jeque? -preguntó Thomas- ¿Por oposición o por golpe de estado? (pellizcos, pellizcos y más pellizcos).

-¡Puuuuff! ¡Ja, ja, ja, ja! -rió el jeque escupiendo parte de su bebida- Este tío es buenísimo. ¡Es que me parto! ¿Habéis oído mis amadas esposas? ¡Es que tiene unos golpes!

-Farid es heredero de un jeque, que heredó de otro y así sucesivamente hasta más allá de lo que puedas imaginar -dijo con talante muy aburrido la esposa que se sentaba más cerca del esposo.

-Sí, esto que dice mi apreciada esposa es cierto, mi querido Thomas. Estoy condenado por nacimiento a ser un potentado, pero me he preocupado por cultivar mi cultura, mi educación y mi preparación general en las materias más relevantes. De ahí mi engolosado acento inglés y mis refinados modales, ja,ja,ja. -rió soltando un sonoro eructo.

-Papá eres un cerdo -le dijo una de las chicas.

-Verás, hija, tampoco se deben perder las tradiciones culturales sólo por ser un ilustrado hombre de mundo, ja,ja,ja. 

-Y se dice engolado, no engolosado -replicó la joven.

-¿En serio? -preguntó el padre un poco molesto por la corrección- ¡Secretario! Que incluyan ahora mismo la palabra engolosado en el diccionario, como sinónimo de engolado.

-Por supuesto, señor -replicó el secretario mirando por encima de sus lentes- En un par de minutos estará hecho.

-Ya ves, Thomas, aquí me tienes, de vacaciones y todavía preocupándome por perfeccionar el idioma, ja,ja,ja.

-Se nota que es usted un hombre versado en la vida -comentó Thomas con un poco de sorna y recibiendo un nuevo pellizco- Supongo que lee muchos libros para saber todo eso.

-Bueno, no tantos, la lectura me parece un tanto inaccesible y me gusta más que me lo cuenten de viva voz. Mira, aquel hombre calvo de allí, es mi filósofo. Te preguntarás ¿pero nos hace falta un filósofo en la vida? Pues claro, te viene muy bien cuando no encuentras nada en que pensar. Te empieza a contar algo rarísimo y enseguida te pones a pensar en otra cosa, ja,ja,ja. Y el de la camisa roja, ese es mi profesor de física cuántica, cualquier día seguimos con las clases, dimos una y me pareció un tío de argumentos un poco enrevesados, pero le cogeré el tranquillo. ¡Y al parecer tengo traductora de español también! -dijo Farid sonriendo embelesado a la sorprendida Carmen.

-¿Yooooo?, ¡siiiiiI! Sí, sí, sí. ¡Cualquier día empezamos a traducir!¡Lo que usted quiera señor jeque! Un diccionario o una revista de jardinería, lo que le apetezca perfeccionar -respondió ella tan azorada que Thomas se vio en la obligación de salir en su ayuda.

-Es una gran profesional, se sabe todas las palabras, giros, ecuaciones y algoritmos del español. ¡Y además es una gran conocedora del espacio y sus misterios y de los planetas del sistema solar! -dijo arrepintiéndose de inmediato al sentir el tenedor de Carmen en su costado.

-¡No me digas! Carmen, eso es buenísimo, no te imaginas lo interesado que estoy en el espacio, el ciberespacio y demás ciencias anexas. Cuéntanos, ¿se ha producido algún descubrimiento cósmico relevante en los últimos tiempos? -preguntó Farid.

Carmen se quedó con la mente en blanco, sentía que su acomodada condición se venía abajo debido a las imprudencias de su nuevo amigo y no sabía qué podía responder.

-Cuéntales lo de esos planetas nuevos -la auxilió Thomas- Calixto y Melibea.

-Ah, siiiií… -dijo ella decidida a salvar la situación como fuera y clavándole el tenedor a fondo- Son dos planetas que hasta ahora habían permanecido ocultos a ojos de los científicos. Ya ve, somos capaces de distinguir un agujero negro a millones de años luz en el espacio ¡que también es negro! y no habíamos visto dos cuerpos flotantes enormes, como planetas que son, en nuestra mismísima galaxia, como quien dice a la vuelta de la esquina.

-¿Pero cómo es eso posible?

-Los científicos creen que jugaban al escondite -el jeque arqueó las cejas- Metafóricamente hablando, claro. Se escondían detrás de los anillos de Saturno gracias a sus trayectorias paralepípedas y allí permanecían, haciendo sus cosas de planetas, girando y flotando, hasta que perturbaron su trayectoria. Quién sabe que le puede llevar a un planeta a perturbar su trayectoria pero así fue, y entonces aparecieron en los radares espaciales y ahora ya sabemos que existen.

-Muy interesante, Carmen. Muy interesante. -comentó el jeque impresionado y masticando de forma un tanto explícita- ¿Y se sabe algo de estos nuevos mundos?

-Poco, poco, muy poco -improvisó ella- Calixto es más tirando a seco, tipo desierto, no deben vivir allí más que algunas arañas, insectos y tal. Nada interesante. Pero Melibea sí que tiene potencial, en plan selvático y paradisiaco. Lo mismo en unos años han construido allí un resort y nos vamos a pasar las vacaciones.

-¡Puf! Ojalá, pero no sé si lo veremos. Estas cosas llevan su tiempo. -dijo Farid bostezando- Bueno, ha sido una comida muy interesante y mi mente está agotada con tanto proceso interno. Me voy a echar la siesta. Muchas gracias por su amena conversación mis serviciales empleados. Nos veremos en las siguientes clases.


Cuando la familia se hubo retirado Carmen la emprendió a puñetazos con el hombro de Thomas, recriminándole su imprudencia y falta de contención verbal.

-Pero ¿cómo se te ocurre soltar tanta mamarrachada seguida?

-No te enfades. He tenido que improvisar, aún no me he centrado en esta nueva vida. Además ha salido todo muy bien. Mira que contento se va. Hoy ni va a necesitar hablar con el filósofo.


Pasaron el resto del día en la piscina, charlando sobre sus anteriores vidas y deleitándose en la acomodada existencia de la que ahora disfrutaban. A Carmen le dio mucha pena la historia de Thomas y le sugirió que pidiera el divorcio, pero él creía que eso terminaría llevándole de nuevo a su prisión familiar en una versión aún más infernal, pues para conseguirlo había que pasar por el sistema judicial y su mujer era abogada, y muy buena, de las que no tienen ningún escrúpulo.

-Así, en un vistazo rápido, mi vida puede parecer un tanto triste -explicó él- Pero he congeniado con algunas personas que me han entendido de verdad aunque ahora están muy lejos. Mi vecina, Mariela, y sobre todo mi socio en el negocio de los Kayaks, Brad. Ese sí que es un buen tío, sencillo, directo y muy práctico.

-Pues no renuncies a ellos. Si te lo propones puedes mantener las amistades que te interesan en tu nueva existencia. Tienes ante ti una hoja en blanco, a partir de ahora eres tú quien decide cómo construir tu vida y a qué familiares y amigos incorporas a ella.

Cuando Thomas volvió a su habitación se metió pronto en la cama pero no podía dormir, su cabeza no paraba de bullir, dando vueltas a los consejos de Carmen. Y también le vinieron a la mente sus tres hijos y en Belinda. Quizá debería llamarles, sólo para decir que no se había ahogado en el océano, pensó antes de caer en un profundo sueño.




Belinda, Mandy y los gemelos se habían instalado en lo alto de un cerro frente a la costa, justo antes de las primeras casas de Jupiter. La madre vigilaba las aguas con unos prismáticos comprados a todo prisa en una megastore, en busca de una diminuta embarcación amarilla, y empezaba a pensar que se había equivocado en sus deducciones, quizá se había precipitado creyendo que su marido tenía un plan B. Era muy posible que el muy idiota estuviera ahora mismo en mitad del océano, remando en círculo alrededor de una caca de gaviota.

-Mamá -dijo la pequeña Mandy interrumpiendo sus elucubraciones- Hemos pasado dos noches esperando. Creo que ese delincuente juvenil, y no le clasifico como tal debido a su edad sino por el estadio primario de su desarrollo emocional, ha logrado darnos esquinazo. Quizá deberíamos volver a casa y esperarle allí. Al final volverá.

-No puedo rendirme de esa forma, querida. Sería una humillación en toda regla quedarme en casa esperando compungida a que mi maridito vuelva, y encima aguantando las disimuladas sornas de los vecinos que han visto todos esos vergonzantes vídeos que nuestra familia ha protagonizado -Sin embargo, ver la carita cansada de su pequeña, a los dos gemelos dormidos abrazados en el asiento de atrás, todos necesitados de descanso, faltando al colegio y a su vida ordenada, la hicieron recapacitar- Está bien. Si no aparece antes de mediodía nos volvemos a casa.

Un instante después sonó el móvil de Belinda, mostrando la llamada de un número larguísimo y desconocido. Pensó que quizá intentaban citarla desde el juzgado o que la policía requería alguna información y a punto estuvo de no contestar, pero al final pulsó el botón verde.

-No intentéis localizarme, estoy desaparecido en una isla desierta en mitad del océano. Tengo cocos y agua, y una caña de madera para pescar, y me he fabricado una cabaña. Así que voy a sobrevivir aquí por el resto de mis días. Adiós.

-Maldito perro sarnoso… -comenzó a gritar Belinda pero la llamada se cortó.

-¿Qué pasa mamá?¿Quién era?

-El muy idiota y perturbado que tenéis por padre. Creo que quería hacernos saber que está bien -respondió riendo- ¡Dice que está en una isla desierta y llama desde un teléfono fijo! Es que no puede ser más estúpido.

Intentó devolver la llamada pero el sistema telefónico reprodujo un mensaje indicando que el número marcado no era válido. Lo volvió a intentar varias veces pero siempre con el mismo resultado. Desconcertada telefoneó a su despacho y pidió que localizaran aquel número.

-Muy bien, mami. Ya le tenemos. Hagamos que el afilado sable de la justicia caiga sobre su nuca, partiendo en dos su horribilidad ignominiosa -dijo con entusiasmo la pequeña y adorable Mandy.

La respuesta no llegaba y Belinda tuvo que repetir la llamada y vociferar a sus empleados en varias ocasiones, pues no lograban identificar aquel número de teléfono. Casi una hora después su asistente le comunicó que por fin lo habían logrado.

-Se trata de un establecimiento de máximo lujo situado a unas decenas de millas de la costa continental, en una pequeña isla de propiedad particular. Es uno de esos lugares secretos al que van los millonarios de vacaciones, que sólo permite el acceso a un selecto grupo de adinerados. Al parecer existe un circuito de hoteles de este tipo por todo el mundo. No figura en los mapas, ni en las guías, ni en los listados de hoteles, ni en ninguna parte. Para localizarlo hemos tenido que recurrir a la inteligencia militar. Ya sabes, ahora les debemos un favor. Te mando al móvil las coordenadas GPS.

Belinda pasó unos minutos rumiando aquella información. ¿Cómo era posible que Thomas estuviera alojado en uno de los hoteles más exclusivos del mundo? No, no, no, no, estaba allí trabajando ¡claro!, pero ¿cómo lo había logrado en tan breve espacio de tiempo? Se dio cuenta de que aquel era el plan B de su marido. Sí, de alguna forma había conseguido un empleo en aquel hotel, seguramente realizando el trabajo más rastrero y desagradable que se pueda imaginar, y si se daba el caso de que le pillaran en Daytona Beach, como había ocurrido, se largaría a aquel lugar desconocido y casi imposible de localizar y pasaría el resto de sus vida desatascando inodoros o algo parecido. Pero todo aquello ya daba igual, le tenían cazado.

-Niños, vamos, a espabilarse, que tenemos por delante un viajecito en helicóptero.

Tardaron bastante más de lo previsto en localizar una empresa de alquiler con piloto y les costó también un buen rato convencerles de que su destino era un punto en mitad del océano, en el que los mapas decían que no había absolutamente nada.

Una vez acomodados en aquel aparato infernal e inestable, que saturaba el aire de ruido, y les perturbaba con vibraciones, oscilaciones y todo tipo de sensaciones desagradables, Belinda intentó imaginar el plan de acción a seguir, pero tuvo que dejarlo todo a la improvisación para atender las pequeñas emergencias que se presentaban.

-¡Niños! ¡Dejad al piloto! No, no le quites el casco Tim, da igual que ya lo haya llevado mucho rato, lo necesita para pilotar! ¡Suéltale ahora mismo!  -dijo tirando del chico que se aferraba al casco del vociferante piloto.

-¡Señora! ¡Nos volvemos a la base, esto es casi tan inaceptable y humillante como peligroso! gritó el hombre indignado.

-Señor piloto, mantengamos la compostura, por favor -dijo Mandy sentándose a su lado- Disculpe el comportamiento de mis hermanos. Tomaron ejemplo de nuestro progenitor y ya sabe, de aquellos lodos estos barros, o al revés, es un refrán muy confuso. Tranquilidad, amigo. Vamos a proseguir nuestro viaje según lo previsto mientras mantenemos una agradable conversación.

-Pero qué dices, niña. ¡Tus hermanos son un peligro! Nos volvemos a la base pero ya.

-Está bien, le entiendo, tranquilo, yo los sufro a diario y he llegado a los seis años casi sin ninguna tara, no es para tanto. Charlemos un rato y así se relaja usted un poco -dijo Mandy dándole unas palmaditas en la pierna-  A ver, este aparato ¿tiene en regla la documentación? ¿Ha pasado las revisiones obligatorias? Y usted ¿Se ha revisado la vista últimamente? ¿Toma psicotrópicos, alcohol o relajantes musculares?¿Revisa usted con periodicidad suficiente la caducidad de estos medicamentos?

-¡Pero qué dices, niña, si tienes seis años! ¡joder! ¡Sois el pasaje del terror! Yo no tomo drogas, ¿me oyes?, nada, no me he drogado en mi vida. ¡Soy un profesional de la aviación civil! Llevo 20 años en esto sin ningún percance. Pero ¿quienes sois vosotros? ¿La versión 3.0 de la familia Monster? ¡A lo mejor es que hoy es vuestro día del suicidio en familia! -dijo intentando zafarse de un nuevo ataque de los gemelos.


Quince minutos después Belinda y sus retoños estaban de vuelta en la base de helicópteros, alejándose lo más rápido posible del enfurecido piloto que espetaba todo tipo de insultos y amenazas. Estaba tan nerviosa que no tenía fuerzas ni para reprender a los gemelos por su inaceptable comportamiento. Habían perdido mucho tiempo en aquel viaje fallido pero todavía contaban con el factor sorpresa.

-Vamos a coger un barco. Y os vais a estar los dos quietecitos y callados. Al que se mueva le corto un brazo.

-Es inútil, mamá. Si se lo cortas les volverá a salir. La maldad se regenera de esa forma -replicó Mandy.

Consiguieron alquilar un pequeño barco decrépito y oxidado que oscilaba, vibraba y hacía aún más ruido que el helicóptero. El capitán miraba con desconfianza como Belinda sujetaba a los dos niños por el cuello. ¡Pobres niños! -musitó- Hay madres que no tienen corazón.

-Iré a hablar con él -dijo la pequeña Mandy- Con explicarle un par de anécdotas lo comprenderá.

-¡Tú quietaaaaaaa! -ordenó Belinda con una mirada inyectada en sangre que paralizó a la niña.

Después de tres horas de agradable navegación avistaron una pequeña isla. El viaje se le pasó casi volando, ocupada en detener una despiadada guerra de vómitos entre los gemelos aderezada con las acusaciones de Mandy, que aseguraba que estaban fingiendo y que todo era un plan premeditado para hacerse con el mando de la nave, por lo que no pudo evitar señalar algunos artículos del derecho marítimo que eran aplicables en caso de motín. A pesar de todo ello, Belinda estaba ausente, concentrándose en dar caza a su marido, sin dejarle posibilidad de escapatoria. Estaba segura de que no tendría un plan C.




Unas horas antes el muy triste y decepcionado Brad trataba de asimilar la ausencia de su amigo. Había sufrido muchos abandonos en su vida, pero ninguno había sido tan inexplicable y sorpresivo como aquel. Durante un par de días de proyecto empresarial Thomas se había convertido no sólo en el arma secreta de su negocio, sino también en uno de los mejores amigos que había tenido. No es que hubieran disfrutado de mucho tiempo para desarrollar su relación de amistad, pero había algo en aquel hombre que le proporcionaba confianza y seguridad. Era un tipo que tenía las cosas claras. Pero cuando más seguro, contento y confiado estaba su amigo se había largado en uno de los kayaks, casi sin decir adiós. Menudo palo. Por más vueltas que le daba no conseguía determinar qué le había hecho a Thomas para que se alejará de aquella forma tan radical. Sobre todo teniendo en cuenta que le había ofrecido una parte del negocio.

Había pasado los dos últimos días abotargado por la tristeza, ni siquiera los reproches de su madre criticando la política laboral de su negocio le hicieron reaccionar. Sin su amigo el alquiler de kayaks estaba decayendo tan rápido como había subido y en muy poco tiempo volvería a ser el lugar deprimente que casi siempre fue.

Rumiaba estos pensamientos cuando sonó el teléfono y lo descolgó con desgana.

-Hola, Brad. Amigo.

-¡Thooomas! Tío, ¿dónde estás?, te echo de menos, ¿sabes? Y el negocio no es lo mismo sin ti, debo reconocerlo. Tienes que volver. Lo que quieras. Coche de empresa, dietas, incentivos, de esa clase de cosas lo que te parezca bien. Te necesitamos en Daytona Beach. La playa ha perdido mucho desde que te fuiste. No veas.

-Brad, te lo explicaré todo pero ahora tienes que escucharme. Quiero que vengas a este sitio. Es el paraíso y tengo algunas ideas para un par de emprendedores como nosotros.

-No me digas más, tío yo por ti doy la vuelta al mundo.


Meat Loaf - Dead Ringer




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