viernes, 28 de noviembre de 2014

Reflexiones de un traje de faena. Primera.

-Si ahora mismo pudieras elegir cualquier cosa que quisieras ¿qué pedirías?

-Hummm… Un tren. Sí, pediría un tren de esos antiguos que funcionan con carbón y tienen chimenea, para ir a cualquier sitio que me apeteciera -respondo.

-Pero los trenes circulan por vías y no van a cualquier parte, sólo a destinos concretos.

-No, el mío no. El que yo digo puede correr por cualquier lugar, por el campo, encima de las piedras, incluso sobre el agua.

-Ah, sí que debe ser un tren muy especial. Y ¿qué harías con ese tren?

-Viajar. Y en cada viaje una cosa diferente. Un día pararía en un pueblo y atracaría un banco.

-Te perseguiría la policía y enseguida te atraparían porque los trenes de carbón no corren demasiado ¿sabes?

-Es que yo no le echaría carbón -respondo mientras observo el movimiento de las nubes, tumbado sobre la hierba- Le echaría carbongsteno que es una cosa que me habría inventado antes y que hace correr mucho a los trenes de carbón, van más rápido que el AVE.

-Si tuvieras eso no te haría falta robar bancos, ni un tren, serías millonario -dice ella riendo, sentada muy cerca.

-No porque no se lo diría a nadie. Ese invento sería sólo para mí y para mi tren.

-Pues eso es bastante egoísta y va en contra del progreso de la humanidad.

-Vale. Pues me da lo mismo.

-Creo que te agobiaría mucho un tren -comenta ella tumbándose a mi lado y sacando las manos de un par de mangas verdes plasticosas y demasiado largas para juguetear con un trozo de hierba- Es un espacio cerrado y tú estás acostumbrado a vivir al aire libre, no creo que te guste estar todo el día entre cuatro paredes aunque sean las de un vagón.

-No, no me agobiaría porque sería descapotable. El tren entero no tendría techo, así disfrutaría del sol, del aire libre y del paisaje. Podría pescar mientras atravesamos el atlántico.

-Vaya. Eso mola. Pero ¿y si llueve?

-En un descapotable no te mojas cuando llueve si vas rápido, es por algo del parabrisas y la velocidad según dicen. 

-Pero un tren no es un coche, es mucho más largo.

-Da igual, el parabrisas sería más alto.

-Ja,ja,ja. Menuda pinta iba a tener ese tren tuyo -dice mirándome con sorna- Pero, vale, vale, y qué harías aparte de atracar un banco.

-Pararía en otro pueblo y me compraría un jamón en una tienda de esas delicatessen. Para invitar a mis amigos, que irían también en el tren. Aunque yo tendría un vagón para mi. Ya sabes que a veces me gusta estar solo.

-Sí, ya sé, esos días en los que estás silencioso y con la mirada fija en la pala. Pero, oye, ¿no sería más fácil atracar directamente la tienda de jamones?

-¿Cuándo has oído que alguien pegue el palo en los comercios que venden las cosas que necesita? Uno atraca un banco y se gasta el dinero en las cosas que le gustan. Ir robando todo lo que te gusta no produce la misma satisfacción, sin el componente gasto el producto pierde valor.

-Te doy la razón. Lo cual no quita para que acepte regalos -responde ella con gracia.

Esas palabras quedan un rato colgando en el aire mientas decidimos si la conversación se ha terminado en ese punto. Es obvio que me toca a mí decidirlo.

-¿Y tú? -pregunto.

-¿Qué elegiría? -dice mirando una de sus botas llenas de polvo y hojas pisoteadas- No tener que trabajar y vivir en una casa en el campo.

-Pues vaya coñazo, vivir en el campo.

-Qué va. Me levantaría y me sentaría en el porche a desayunar mientras empieza a despertar el día. Disfrutaría de la caricia leve del sol recién nacido y de la forma en que su calor va aumentando poco a poco, templando mi cuerpo.

-Muuuuy sugerente. Creo que a media mañana se va a poner interesante.

-Ja,ja,ja. Qué gracioso -dice dándome un codazo de los fuertes- Después daría un paseo cerca del lago, disfrutando de cosas sencillas como las ranas saltando al agua a mi paso, o los patos alzando el vuelo asustados. Pasaría la tarde buscando grillos, para luego soltarlos sin más.

-Y de aventuras nada, claro.

-Sólo disfrutar de las cosas sencillas, leer, ver una peli, comer cosas ricas. Eso.

-Te aburrirías. Terminarías encontrándote a ti misma y te asustarías. Saldrías corriendo.

-Me parece a mí que no. Además, ¿cómo es eso? Lo de encontrarse a uno mismo.

-Pues no sé. Es algo que se dice sin más -digo poniéndome algo tenso ante la expectativa de un giro serio en la conversación.

-Ya, lo que pasa es que en el fondo es algo importante. Eso de encontrarse uno mismo ¿no es una de esas motos fantásticas que nos venden? Como tu tren, vaya -dice mientras la observo con atención- Nos lo repiten continuamente y terminamos creyendo que es verdad. No sé cual es el objetivo, igual lo hacen para que compremos libros de autoayuda, o antiácidos, o antidepresivos o para crearnos más anhelos que satisfacer mediante el consumo compulsivo.

-La leche.

-No te rías. Te lo digo en serio, ese no es el camino, lo de buscarte a ti mismo. El camino bueno es otro -dice- Es construir hoy lo que serás mañana. Intentar hacer a cada paso aquello que te convierta en alguien que mañana te guste. Hasta que un día y lo sientas: qué de puta madre, cuánto me gusta ser quien soy.

-Sí, joder, menudo momento -respondo tras unos segundos de silencio reflexivo- Eso sería incluso mejor que tu casa en el campo.

-Y que tu tren anti-aerodinámico propulsado por metatugsteno carbonatado.

-Y un peligro para el sistema.

-Hablando del sistema, mira quien viene por ahí -dice señalando el camino de entrada a los pequeños jardines que rodean la fuente.

-Vamos a ponernos a currar antes de que nos pegue la charla -respondo observando al jefe de grupo que se acerca con paso rápido agitando su uniforme a rayas de distintos tonos de verde y gris decorado con plásticos reflectantes.

Sandra barre las hojas caídas con el gran escobón de cerdas, acumulándolas en un gran montón de color marrón que yo voy echando con la pala a uno de los cubos de basura mugrientos que sujeta un carro metálico. Lo hacemos sin prisas, tampoco es cuestión de estresarse. 

-¿Qué? ¿De charlita otra vez? ¿Os traigo unas aceitunitas y una cervecita?

-La mía con limón, jefe -replica Sandra con tranquilidad- Es que en cuanto bebo alcohol me entra un sueeeeño.

-Mecagoenlaparió. ¡Hasta los mismos me tenéis! -dice él atravesando el jardín sin pararse- Sí parece esto el patio de párvulos del pueblo de mi madre. ¡Que para vigilar a adolescentes no me pagan! Me voy a coger la baja por depresión, como los maestros. ¡Venga, dale a la pala que te vas a quedar frío, hombre!

-Vale, vale, pero es que a mí tampoco me pagan mucho, lo justo para ejercer de barrendero perezoso.


-La de la cervecita con limón y el perezoso, menudo par. ¡Que os habéis equivocao de profesión, que lo vuestro es la filosofía!



V.A. - Kindred Spirits (A tribute to the songs of Johnny Cash)



viernes, 21 de noviembre de 2014

Barro y arcilla. Hierba y madera.

Era nada y estaba esparcido por el suelo, disperso en distintas partes que no se reconocían. No sabía nada de las otras partes, no sabía que existían, ni siquiera sabía que yo mismo podía existir. No me parecía ni bien, ni mal, tampoco me importaba. No sabía que me podía importar. Pero un día salió el sol y empecé a notar algo, una sensación cálida, sí, eso, calor. Y decidí que esa parte que sentía calor era mi cara y que me gustaba que el sol me diera en la cara. Entonces todo aquello me empezó a importar.

Haciendo algunas muecas y aprovechando el calor y los efectos que produce sobre el barro y la arcilla conseguí dar forma a mi cara. Podía mirar aquí y allá, subir y bajar las cejas, arrugar la nariz, abrir y cerrar mi boca de barro y arcilla. No podía desplazarme pero sí era capaz de mirar a los lados, y a la izquierda vi una forma entre el barro que podía servirme como brazo. Así que por la noche, poniendo mi cara muy tensa y aprovechando las contracciones que las bajas temperaturas provocan, conseguí unirme a ese brazo. A partir de entonces todo fue más fácil.

Rozando el extremo de mi brazo contra una piedra conseguí modelar un dedo y después otro, hasta que me hice una mano y con ella me fabriqué un cuello y otro brazo, y otra mano, y los dejé secar al sol. Luego, con mis dos manos, modele mi torso, mi cintura, mis piernas y mis pies. No podía levantarme porque era muy endeble, sólo barro y arcilla, pero sí podía arrastrarme cuando llovía, cuando la ciénaga estaba blanda y húmeda. Así me moví hacia los árboles, hacia la hierba que los rodea, y recogí algunas pequeñas ramas y algunas hierbas muy largas. Trencé las hierbas y  con ellas até las ramas que utilicé como tablillas alrededor de mi cuerpo. Me forré por completo de maderas y hierba.

De esa manera conseguí que mi cuerpo fuera consistente y fuerte gracias a la madera y la hierba trenzada, flexible gracias a la arcilla y el barro. Me levanté y miré hacia abajo, estaba muy alto, quizá había construido un cuerpo demasiado grande y alto, o a lo mejor era sólo que no estaba acostumbrado a las alturas pues había estado siempre tumbado en el suelo, allí en la ciénaga, unido al resto del barro. Pero enseguida me acostumbre a mirar desde allí, en realidad era bastante cómodo, podía ver cosas que estaban lejos y hacerme una idea del entorno que me rodeaba.

De pronto me pregunté qué cosas podía haber más allá de la ciénaga, que clase de mundo contenía aquella parte que conocía. Decidí dirigirme hasta una zona más luminosa que se adivinaba al fondo. Al principio pensé que sería un claro, una pequeña pausa en aquel barrizal. Con movimientos lentos y muy torpes me dirigí hacia allí y al llegar me di cuenta de que era el final. Allí acababa el pantanal y empezaba otra cosa, un claro de hierba verde, con pequeñas colinas que salpicaban la planicie aquí y allá. 

Comprobé algunas ataduras para asegurarme de no perder ninguna de mis partes y caminé despacio hacia la colina más alta. Era también la más alejada pero siendo la más alta era la que me interesaba, desde allí podría ver lejos de verdad. Por el camino un pájaro pequeño se posó en mi hombro y me preguntó,

-¿Quién eres?

-Acabo de salir del barro. Estaba mezclado con el barro y la arcilla.

-¿Y no tienes nombre?

-Hasta ahora no me ha hecho falta un nombre. No he pensado en eso.

-Te llamaré Batiburrillo.

-Pero ¿qué nombre es ese?

-No lo sé, pero es lo que me inspiras.

Decidí no hacer caso a aquel insolente animal y me concentré en avanzar por la pradera hacia la colina. Cada paso costaba lo suyo, cada vez más. Entonces me di cuenta de que me estaba anquilosando. El sol estaba secando la arcilla y mi cuerpo empezaba a estar demasiado seco para moverse, así que me detuve en algunos charcos y salpique mis articulaciones, mis extremidades y todo mi cuerpo con el agua estancada. Así conseguí mantenerme flexible y llegué a lo alto de la colina.

Desde allí arriba se veía otro valle, al otro lado, uno mucho más profundo y verde, lleno de árboles, plantas, algunos animales dispersos y un río que serpenteaba entre meandros de roca y arena. Vida. El cielo estaba muy azul, salpicado por algunas nubes blancas que no se movían. El contraste entre el verde del suelo y el azul del cielo resultaba impactante pues las dos partes parecían luchar por ser protagonista de aquella escena. Me gustaba esa imagen tan nítida y llena de contrastes.

Entonces me di cuenta de que allí arriba había otra figura como yo, otro hombre de barro y arcilla, de madera y hierba, sentado en una roca mirando también hacia el otro lado, hacia el valle profundo. Me dirigí hacia él despacio y carraspeando un poco para no sobresaltarle me senté a su lado y hablé.

-Se ven muchas cosas bonitas. Muchas más de las que hay en el pantanal.

-Sí, todo es muy diferente. A mí me gusta más. ¿Y a ti? -preguntó él.

-También. Quizá es por la luz, o por la brisa que corre. No sé por qué pero todo esto es más agradable. Y todo es nuevo, resulta muy interesante.

-Total -respondió mientras apretaba algunas de sus tablillas.

-Subir hasta aquí debería haber sido un gran esfuerzo para alguien como yo que siempre ha formado parte del barro y, sin embargo, no estoy cansado, estoy contento, apenas me acuerdo del esfuerzo realizado -dije.

-Sí, a mí me ha pasado igual.

-¿Cómo te llamas? -pregunté.

-Revoltillo. y ¿tú?

-Batiburrillo -respondí.

-No me jodas -espetó mirándome con sorpresa- Me cago en el puto pájaro.

-Ya te digo.



Brad Paisley - Mud on the tires



sábado, 15 de noviembre de 2014

I ain't going to hell. Capítulo 2 y final.

Un par de días después hemos montado un piso franco en el centro de Madrid y estamos discutiendo nuestro plan de actuación para reventarlo todo, aquí en el infierno superficial, sabiendo que debemos pasar desapercibidos a los ojos del cielo. Algo que desde el principio se entiende como difícil si te enfrentas a un enemigo que potencialmente lo ve todo y está en todas partes. No obstante, lo logramos poniendo cara de buena gente y mimetizándonos con el entorno, es decir, pecando a saco con las cosas normales, como el resto de la humanidad.

-Vamos a ver, repasemos la situación -digo mirando a los otros con la expresión seria que requiere un resumen de la problemática- La gente nace en el cielo y permanece allí si no hace nada considerado pernicioso por el sistema, pero si pecan les mandan aquí, a la superficie de la tierra, a la parte light del infierno, donde es mucho más fácil pecar de nuevo porque este sitio es una mierda cutre que carece de las mínimas condiciones de vida. Bueno, es algo más soportable si eres un cabrón con pintas, en cuyo caso te diviertes jodiendo un poco al resto de pecadores y te lo vuelves a pasar de puta madre disfrutando de la pasta que les has sacado en depravación y vicio, facetas que, no lo vamos a negar, molan bastante.

-Sí, digamos que esto es como el barrio chino del cielo, sólo que en plan perverso y adictivo, si pasas por aquí es casi seguro que no vas a volver -dice Alicia.

-¿Nadie vuelve al cielo? -pregunta Paquito.

-Se dan muy pocos casos. Que yo recuerde alguno de la familia Alvarez del Manzano y poco más. Pero en su caso juegan con ventaja, su apellido rimbombante señala que son de buena familia. 
Los apellidos siempre ayudan -dice Antoñito.

-Bueno, la cosa es que el que llega hasta aquí permanece un tiempo a prueba pero no sabe que lo está y no recuerda nada de su vida anterior en el cielo, así que lo normal es que reincida continuamente, con lo que termina cayendo al nivel inferior del infierno, a la parte de abajo que básicamente es como esta sólo que carece de la parte del vicio y la depravación por lo que termina molando bastante menos -digo señalando el suelo-. Allí ese pecador vuelve a recordar todo su pasado pero ya le da lo mismo porque no hay vuelta atrás.

-Salvo que consigas escapar como mi niña y yo -dice Antoñito- Que es que somos la hostia, no me jodas, escaparse del infierno, somos míticos.

-Bien, eso estuvo bien, gracias a ello tenemos el libro que chorásteis en el infierno. Si le hablamos a cada persona sobre su pasado conseguiremos que recuerden y se unan a nosotros. El problema es que debemos dar por supuesto que los del cielo tienen montada una red de información para controlar a toda esta peña de delincuentes de todo tipo a la que para simplificar llamamos humanidad -comento- y la utilizarán para localizarnos. Sería cojonudo saber cual es esa red para buscar la manera de evitarla, pero no tenemos ni idea de la forma que han dado a su organización de espías. Es lo primero que tenemos que averiguar para que no nos trinquen. ¿Cómo controlar a la humanidad sin que se entere? Pensad, rompeos la cabeza, que oiga yo rechinar los entresijos de vuestro cerebro. Pensad. Tiene que ser algo bien organizado, muy grande, lo suficiente para controlarlo todo, y al estilo del cielo, muy pulcro, muy higiénico, una familia unida e ideal. Y seguro que con algún guiño a lo celestial, algún simbolismo muy evocador, ya sabemos que eso no lo pueden evitar.

Todos pensamos pero no se nos ocurre nada. Pero de pronto,


-¡Apple! -grita Alicia.

-¡Joooooooooder! ¡Exacto! ¡Apple, como no nos hemos dado cuenta antes, mecagoenelmundoladrón! ¡Apple! Seguro que es eso. Bien, si alguno tiene un iphone que lo destroce ahora mismo. No podéis usar itunes, ni el ipad, ni el ipod, ni el imac, ni nada de la marca de la manzana, ni nada que tenga una “i” ¡son i-dispositivos espía! -digo mientras todos machacamos nuestros teléfonos.

-Perfecto, vamos de puta madre! -dice Paquito- Lo siguiente es buscarnos algún medio de vida legal que no llame la atención, así reduciremos los riesgos. Tiene que ser algún tipo de negocio dentro de la legalidad vigente, y mucho mejor si es algo que de paso nos ayude en nuestro propósito.

-Sí, hay que aprovecharse de que en esta parte del infierno está permitida la iniciativa privada -comenta Alicia- Fíjate, yo había pensado que un local de adivinación sería ideal. La gente vendría a que le leyeran las cartas para conocer el futuro y todo eso y en realidad les soltaríamos todo lo que sabemos sobre su pasado. Y así poco a poco iríamos haciendo adeptos para la rebelión.

-Cojonudo, es una tapadera casi perfecta -respondo.

-Yo seré la sacerdotisa y vosotros os ocuparéis de darme soporte y de ir dirigiendo adecuadamente a los nuevos adeptos. La estética es muy importante así que os vestiréis con túnicas azules, pondremos una habitación medio a oscuras, quemaremos sándalo y cosas así. Ya veréis que bonito.


Un mes después el negocio marcha estupendamente. Tenemos tantos clientes que hay una larga lista de espera, a veces incluso olvidamos leerles su pasado de tantos ingresos que generamos, porque encima pagan. Con este montón de dinero conseguimos pasar desapercibidos ante los vigilantes celestiales, defraudamos a hacienda, sobornamos a algún alcalde aunque sin objetivo aparente, jugamos al póker y visitamos diversos antros de perversión mental y física. Nadie se fija en nosotros, nos hemos mimetizado con la masa igual que un perro gris lo haría con una masa de cemento sin fraguar.

El negocio va tan bien que organizamos una franquicia y diversificamos en diferentes formas de negocio, máquinas que leen el futuro en las ferias, teléfonos de pago de diversos adivinos, galletitas chinas, gitanas que leen la mano, variedades en las que trabajan los nuevos rebeldes que se van convirtiendo. Incluso tenemos una máquina Zoltar que adivina el futuro en la planta joven de El Corte Inglés de Castellana.

Es evidente que los del cielo se han dado cuenta de lo que pasa y nos están buscando como locos. No saben cómo funcionamos pero van cercándonos con sus nuevos inventos. Las i-gafas buscadoras de rebeldes nos hacen mucho daño al principio, hasta que conseguimos sabotear su fábrica en China infiltrando en su consejo de administración un aparato haciéndoles creer que es de su propia producción: El i-lector de manos (falso) que les convierte a todos. 

El i-reloj también resulta devastador al principio pues no se ve bien la “i” en la caja y muchos de los nuestros, ignorando su origen, lo compraron porque es muy bonito y da muy bien las horas y también te dice las pulsaciones por minuto y otras cosas muy útiles como el porcentaje de humedad ambiental, pero inocula una dosis letal de lejía al dar las doce de la noche del viernes, una vez que concluye que su dueño es un rebelde. También es mala leche, pudiéndolo programar para el lunes a las 8 de la mañana. Pero conseguimos solucionar el tema mandando a los ingenieros de la fábrica una i-carta de felicitación de la empresa que en realidad les cuenta su pasado en el cielo. Ahora la producción es nuestra y todos los i-relojes van programados para convertir a sus dueños a la causa, contándoles su pasado.

Incurrimos en algunos errores debido al confuso léxico del enemigo, como cuando intentamos destruir toda la producción del i-rrigador bucal, pero en general focalizamos bastante bien el problema. Hombre, hay que reconocer que algunas campañas de destrucción de i-dispositivos como la del vehículo hí-brido son ciertamente sonrojantes. No hay excusa, son producto de los nervios y una muestra de la variopinta estratificación educacional de nuestras huestes, pero debemos considerarlas un paso necesario en nuestro avance hacia la victoria.

Los del cielo finalmente nos localizan y mandan un par de veces comandos de asalto compuestos por ángeles celestiales de élite (para que nos entendamos, como los egos de aquí pero con túnicas blancas y sin acné) que intentan asaltar nuestra sede central y mandarnos al infierno, pero hemos rodeado nuestro edificio con un laberinto de manzanos del pecado y ninguno ha conseguido traspasarlo hasta el momento. Todos viven ahí dentro, en el laberinto, comiendo manzanas y bailando desnudos. A veces me dan envidia. 

Pronto la tierra entera es nuestra. Todo el mundo conoce su pasado, la vida que llevaba cuando estaba en el cielo y la razón por la que le expulsaron. Es comprensible el enfado de todos los que vivimos aquí sometidos a una prueba sin saberlo, igual que no sabíamos lo que dejamos atrás, en nuestra vida anterior. Tampoco los del cielo están contentos, lo cual es más difícil de entender dado que ahora el 100% de la humanidad cree en el cielo y en el infierno, se acabaron los ateos y las religiones alternativas. Hombre, los Hare-Krishna siguen con lo suyo, pero yo creo que eso ya es producto de otro tipo de influencias. La fe se ha extendido como nunca lo había hecho y aún así los organizadores de este tinglado no están contentos, joder, ¿queremos el objetivo o que las cosas se hagan a nuestra manera? Vamos a aclararnos. Si fueran más coherentes nos darían las gracias y nos harían ministros del cielo, o arcángeles, o al menos directores de orquesta.

A pesar de haber ganado la primera batalla la situación es difícil, el enemigo controla todo el espacio exterior con las fuerzas del cielo y todo el interior con las del infierno. Es decir, que nos queda sólo la corteza de la tierra, pero es justo donde crecen las manzanas así que dominamos una parte importante del sistema. No es mucho pero lo defendemos. Resistimos una sucesión interminable de rayos divinos, diluvios, plagas de langostas. Aguantamos bien, sin muchos problemas ya que a estar jodidos de una forma u otra estamos acostumbrados. ¿Qué es una plaga de hormigas asesinas en comparación con 4 años padeciendo a Mariano? Sin embargo, nos hacen bastante daño sus acciones subversivas silenciosas, como la conversión en gratuitos de todos los servicios de pago de pornografía en internet, o la emisión gratuita de tarjetas de crédito sin límite de gasto, o el 3x2 del Hipercor. Estas cosas dispersan mucho la atención de las bases, que ya son inconstantes y pecadores por su propia naturaleza.

En una segunda fase el enemigo decide atacar desde dentro hacia fuera. Demonios y condenados de diverso tipo vagan por la tierra en busca de humanos a los que arrastrar a las fauces del infierno, pero por lo general terminan saliendo de copas juntos y la mayoría se pasan a nuestro bando. Los motivos son muy claros, tener colegas en un mundo como el nuestro es una ventaja importante, ahorra tiempo y maximiza el disfrute, no le dieron valor a ese factor y por eso tantos demonios se nos han unido. 

Primero, ya era previsible cierta simpatía entre condenados y pecadores, cuando se comparten intereses es lo que pasa. Y luego es que viene muy bien llegar a esta civilización y que alguien te enseñe donde ponen la cerveza fría y la hamburguesa con mucho bacón, o un colega que te acerque hasta el garito de turno en el que dejan fumar y que te presente a unos amigos con los que charlar de fútbol o del culo de Kim Kardashian, o que a altas horas de la madrugada te tiente con una visitilla a un club en el que liberar las tensiones de la noche en lugar de llevarte a casa a dormir. Estas cosas un demonio las valora y difícilmente se podrá resistir. 

Por otra parte es que la estrategia era mala de por si. Hala, demonios subid a la superficie y atrapad a todos los pecadores que podáis. Vale, chaval, ¿y si no qué? Si subo y me doy un garbeo pasando de atrapar a la peña ¿qué pasa?¿me mandas al infierno? ¡Pero si ya estoy aquí! ¿Me acercas un poco más a la hoguera? ¡Pero si estoy pisando ascuas, buen hombre! En fin, que la cuestión había fracasado desde el mismo momento en que se planteó y el infierno entero sucumbió enseguida a nuestros superpoderes: sexo, droga y r’n’r, ouuuuuyeeeeah!

Ahora dominamos el planeta completo, tenemos muy clara la situación,  ya no nos andamos con rodeos y llamamos a las cosas por su nombre. Ni tierra ni leches, el planeta se llama infierno. Como muestra de rebeldía modificamos la gran muralla China para formar las letras I-N-F-I-E-R-N-O, que se vea bien desde el espacio.

Por alguna razón desconocida esto irrita aún más a las fuerzas del cielo. Durante las semanas siguientes el combate está muy igualado. Ellos nos mandan todo tipo de maldiciones, venenos, situaciones bíblicas comprometidas y muchas sutilezas por el estilo. Están tan desesperados que algunos de sus gerifaltes son condenados al infierno de la mala leche que se les ha puesto y ahora trabajan con nosotros. Eso nos sirve para conocer los planes del enemigo de primera mano. Dado que ninguna plaga puede acabar con nosotros van a crear un fenómeno, por supuesto fortuito, que empuje la luna hasta que choque con nuestro querido y depravado planeta, así acabarán con el infierno y podrán montarlo otra vez con gente más razonable.

Como sistema de defensa se nos ocurre montar unas pantallas gigántescas orientadas al espacio en las que proyectamos los mejores éxitos del cine porno rumano, algo que de tan raro les impide concentrarse en su misión y todo el que se acerca a nuestro planeta o satélite, termina condenado al infierno y adherido a nuestras filas. Así abortamos su plan maestro de destrucción.

La situación está estancada pues ninguno de los dos bandos somos capaces de avanzar de forma notable y permanente. Ellos nos mandan plagas y nosotros pornografía, pensamientos obscenos y chistes irreverentes, pero ninguno de los bandos progresa adecuadamente. Así que decidimos tomar la iniciativa y tenderles una trampa: la negociación.

Lo primero es buscar un emisario adecuado, alguien con buena imagen, que sepa derribar las barreras, eliminar los recelos, que se muestre cercano y respetuoso con sus ideas. Decidimos hacer una votación y después de muchas deliberaciones descartamos a todo el sector masculino por su rudeza y maneras algo toscas, también es que los candidatos propuestos eran Iggy Pop y Jack Nicholson, que yo creo que no dan del todo la imagen necesaria, aunque se acerquen. Entre las féminas descartamos la imagen elegante y comedida de Donatela Versace y la chispilla de Taylor Swift y al final nos quedamos con la imagen sólida, mística, universal, coherente, rotunda, reflexiva y emotiva en lo más profundo de Scarlett Johansson. 

La dejamos en un asteroide dando vueltas alrededor de la tierra, vestida de manera sencilla pero elegante, con una camisetita blanca, no muy larga, que lleva bordado un corazón de flores. Bueno, y una escafandra con oxígeno, claro. Verla en el asteroide intentando estirar la camiseta para taparse la celulitis (que tan bien le queda), mientras da saltos y saluda con la mano a las naves estelares del cielo que hacen guardia por allí es una de las imágenes más emotivas que he visto nunca y la guardo con todo el cariño en mi memoria (un stick usb de 40 Gb en el que tengo grabados este y otros muchos vídeos de nuestra heroína).

Antes de que por fin una nave decida recogerla recibimos un montón de refuerzos en forma de pilotos, tropas estelares y controladores de aeropuerto, condenados al infierno por alguna razón. Y es que Scarlett es mucha Scarlett. 

Todo ha salido según lo previsto y recibimos un emisario del cielo que se nos aparece de la nada y nos anuncia que nos reuniremos con las máximas autoridades celestiales en el planeta Marte. Les da igual que para nosotros no sea habitable.

Cuando llegamos allí vemos que han elegido con inteligencia el escenario de la reunión pues les resultará muy favorable en las negociaciones. Ellos no necesitan aire para vivir y pueden estar en Marte igual que en Las Bahamas, pero nosotros acudimos a la reunión con trajes espaciales, respiradores, sometidos a la radiación espacial, al frío, a los vientos marcianos. Todo eso es un handicap a la hora de negociar, sobre todo si la reunión se alarga y se acaba el oxígeno. 

Nos sentamos en una mesa preparada para la negociación en mitad de una explanada de tierra, básicamente cualquier lugar del planeta, a un lado seis ángeles de lo más puro y al otro nosotros cuatro, impuros, feos, algo pestilentes y ¡muy cachondos!. Los muy cabrones han puesto cuencos con patatas, cheetos, pipas, cervezas y batidos, con la clara intención de subir nuestro nivel de ansiedad, dado que es evidente que no podemos quitarnos los cascos. Disimulamos sin mostrar ningún síntoma de nerviosismo, sabemos bien lo que tenemos que hacer.

-Bien. Lo primero, las presentaciones. Nosotros representantes planeta Infierno venir en son de paz -digo imitando el acento que ponía Jerónimo en las películas de vaqueros que veía de pequeño- Traer regalo buena voluntad.

-¿Pipa de la paz? dice uno de los ángeles en plan insolente.

-No. Tetas saltarinas -digo dejando sobre la mesa uno de esos artilugios que son dos tetas a las que das cuerda y se ponen a dar saltitos.

-Ja,ja,ja ¡qué gracioso! -dice uno de ellos que inmediatamente es desterrado y unido a nuestras filas. A la primera hemos conseguido que bajen la guardia y se centren en los detalles en lugar de en la parte suculenta.

-¡Buf! A mí es que ver pechos como que me turba mucho -dice otro. Y ¡plum! convertido a pecador también.

Los otros me miran asustados, pidiendo clemencia con los ojos, intentando no mirar al juguetillo que la verdad es que da saltos muy graciosos con eso de la falta de gravedad.

-Si no queréis que saque de mi bolsillo otros artilugios de estos aún más graciosos y eróticos debéis acceder a nuestra lista de peticiones -digo amenazando con meter mi mano en el bolsillo del traje espacial.

-¡No, no, por favor! -dicen los cuatro al unísono. 

-Nuestras reivindicaciones son las siguientes. Uno, devolvednos a Scarlett Johansson de inmediato, esto no admite negociación. Dos, queremos la eliminación de todas las normas y de las barreras territoriales y la libre circulación de ciudadanos, de este segundo punto podemos hablar.

-Pero ¿no podíamos quedarnos con Scarlett? Se está adaptando muy bien a la vida en el cielo -dice uno de los ángeles.

-Ni de coña. ¿Tú sabes los buenos momentos que nos ha dado? ¿Sabes lo que tengo yo grabado en mí memoria, chaval? -digo golpeando el casco con mi dedo índice- 40 gigas, chaval, 40 gigas de vídeos de lo más intenso. Y selfies, tío, selfies, sabes de estos que me pongo frente al espejo y me saco la foto así y así -digo intentando adoptar las posturas sexis adecuadas aunque muy obstaculizado por el traje espacial. Aún así dos de ellos desaparecen, sin duda enviados al infierno por sus malos pensamientos. Reconozco que eso reconcilia un poco la imagen que tengo de mí mismo.

-Está bien, está bien, accedemos -dicen los dos que quedan- Os devolvemos a la chica. Pero ¿cómo vamos a hacer eso de la libre circulación?

-Es muy sencillo, el que quiera vivir con las normas del cielo y la vida de allí que lo haga. Y el que quiera ir al infierno y disfrutar del momento que lo haga. Y si hay alguien que quiere unas vacaciones en el otro lado, que lo haga. Pero que todos sepamos lo que hay.

-Pero, eso va a ser un desmadre -dice uno de los ángeles- ¿Qué hacemos con los que no se adapten a ese nuevo sistema y se conviertan en una lacra?

-Los dejamos aquí, en Marte -digo sin pensar, aunque veo que a todos les parece bien.

Firmamos el acuerdo en un pergamino decorado con hojas de manzano. Al despedirnos les regalamos el cacharrillo de las tetas para que se entretengan en el cielo, ahora que ya no pueden ir obligados al infierno. Agradecidos, nos despiden con lágrimas en los ojos.

-¿Y no podríamos hablar otra vez de lo de Scarlett? -dice uno de ellos, en un último intento desesperado.

-Imagino que no querrás empezar otra guerra -respondo.

Volvemos a la tierra en la nave espacial y me las arreglo para sentarme al lado de Scarlett que sigue con la misma camiseta, aunque ahora sin escafandra. La miro de vez en cuando, intentando no centrarme en su piernas, con un poco de timidez, y ella me devuelve su mirada aún más tímida e inevitablemente erótica.

-Este guarda un montón de imágenes tuyas en su memoria -dice Alicia.

-¿En serio? Un admirador, qué bien. ¿Tienes memoria fotográfica? -dice Scarlett.

-Sí…

-No, ¡qué va!” -responde Alicia interrumpiéndome- Lo que tiene es un stick de esos que se enchufa al ordenata, lleno de vídeos tuyos y de fotos de esas del espejo.

-O sea, que eres un pervertido acosador -dice Scarlett con aire de desprecio y mirándome mal.

-Pero ¿qué dices? Si yo te he lanzado al estrellato. O por lo menos a las estrellas. Bueno, vale, después te he salvado de esos puritanos, eso sí, esa parte debes tenerla en cuenta.

Debajo de su mirada tímida y erótica percibo desconfianza pero con un fondo curioso que interpreto como una esperanza. Y es que donde hay vida hay esperanza, compañeros.

-¿Y no me vas a dar unos pantalones?

-¿Estás tonta ? Ni de broma. Pero si así estás guapísima.


Cuando volvemos al infierno las nuevas normas del sistema, que consisten en que básicamente no hay normas, ya se están aplicando. La cosa no ha cambiado mucho, siguen las mismas barbaridades de siempre, los mismos precios abusivos de la cerveza, aunque ahora el que así lo quiera se puede pirar. No se van tantos como yo esperaba, ni llegan muchos del cielo.

-Jefe -dice Alicia- ¿crees que todo esto de la libre circulación de personas y la destrucción de las barreras territoriales ha servido para algo?

-Pues, no sé -digo sin mucho entusiasmo- Seguramente no, pero así como lo estás explicando es que suena de puta madre.


Ahora me siento más tranquilo, las cosas por fin se han relajado, ya no hay guerra, ni persecuciones, ni motivos para esconderse. Así que recuperando viejas costumbres me voy a dar un paseo, reflexionando sobre todo lo acontecido en mi vida desde que decidimos asaltar aquel último chalet, y a lo tonto aparezco frente a El Corte Inglés de Castellana y me animo a subir hasta la planta joven. Me acerco despacio, casi con cautela, no es que tenga miedo, tampoco supersticiones, pero es que las experiencias vividas me han enseñado cierto respeto por lo desconocido. Me siento e introduzco dos euros en la ranura. Y le pregunto a la máquina Zoltar ¿cómo estaremos dentro de 20 años?


Paquito volvió a asaltar chalets con la clara intención de ser pillado con las manos en la masa. Quería ser desterrado a Marte para buscar una mesa llena de patatas y frutos secos. Aún sigue en ello.

Antoñito se unió a los Hare-Krishna pues al final se dio cuenta de una realidad irrebatible y es que son la única corriente estable y coherente que existe en el planeta, aparte de que mantienen una rutina muy relajante y conveniente para un organismo proclive a las tensiones como el suyo.

Alicia sigue dedicándose a una mezcla lucrativa de adivinación y oportunismo ¿Cómo sería tu vida si estuvieras en el cielo?¿Cuántas amantes tendrías al mes si te trasladaras al infierno?  

Rafita dedicó su vida al cultivo intensivo del manzano. Y sigue en ello, intentando desarmar el sistema, aunque haya sido ideado por el mismo, con la presión sobre la oferta. Y es que hay gente a la que simplemente le gusta joder por joder.


Y Scarlett Johansson, pues que te voy a decir….. sigue como siempre. Majísima.




The Bellamy Brothers - Jesus is coming

I ain't going to hell. Capítulo 1.

Estas hora de vigilancia aburrida pero tensa, la que realizamos antes de pasar a la acción, siempre me ponen muy nervioso. Es inevitable, debemos descartar cualquier imprevisto. Durante semanas hemos analizado cada paso y hemos ensayado cada movimiento para que nada pueda fallar. Hemos montado guardia en la casa, hemos seguido a sus habitantes y estudiado sus rutinas diarias para estar seguros de que hoy, esta noche, todo saldrá según lo previsto. Aún así justo antes de empezar es cuando más alertas debemos estar.

Todos estos días de atrás he estado siguiendo a la mujer mientras Manuel se ocupaba del hombre. Tienen dos hijos pero son mayores y viven en Suiza, trabajan allí, así que es altamente improbable que aparezcan por aquí un martes por la noche. El matrimonio no recibe muchas visitas y menos entre semana. Ella trabaja en una galería de arte por las mañanas y pasa el resto del día en su casa pintando cuadros y leyendo. Sale a dar un paseo a media tarde y compra la cena en un supermercado carísimo que hay en esta urbanización de chalets para familias muy acomodadas. Ni siquiera tienen perro.

El hombre es representante de futbolistas y también lleva una vida monótona. Supongo que cuando era más joven viajaba más a menudo y pasaba mucho tiempo fuera de casa, pero se ve que ahora tiene las cosas hechas a su conveniencia y duerme casi todas las noches en su cama. Llega sobre las ocho de la tarde y no hace gran cosa, hablar por teléfono, verdadero algún partido por la tele, o colocar sellos en un álbum.

Siempre hay dificultades, claro, sobre todo cuando se trata de gente bien que se puede permitir tomar precauciones. En la urbanización hay vigilancia pero como casi siempre se trata de una puesta en escena hilarante, un coche con grandes letreros de la empresa de seguridad que por la noche circula muy despacio por las calles desiertas, con las luces azules encendidas, como anunciando, ¡Eh! ¡Cuidado delincuentes que aquí llegamos! Supongo que se trata más de generar sensación de seguridad a sus clientes que de ofrecerles un servicio real. El caso es que su recorrido es tan monótono, tan previsible que de tan fácil es aburrido evitarle.

Las casas cuentan con un sistema de alarma conectado a la empresa de seguridad. Un poco irrisorio también, nos ha bastado con conectar la terminal de nuestras víctimas a nuestro emulador para que parezca que siguen conectados a la central, que todo funciona correctamente, los chequeos dan ok y todo parece estar en orden, sólo que los saltos de alarma nos llegan a nosotros. Muchas veces, ante un salto fortuito de alarma mientras preparábamos un trabajo, hemos fingido ser la empresa de seguridad. Colóquese frente a la cámara, mueva la mano izquierda, muy bien, todo está en orden. Por supuesto las empresas de seguridad saben que gente como nosotros puede hacer esto, no saben cuando están hackeados pero saben que pueden estarlo. Nunca lo reconocerán, es un punto débil demasiado grande. Tampoco les importa mucho, lo que ofrecen son sensaciones, más que realidades.

Es la una de la mañana, dentro de unos minutos pasará el coche de seguridad, esperaremos otro cuarto de hora y entonces comenzará la operación. El matrimonio duerme abajo, en la habitación más grande, y se acuestan siempre sobre las 12 de la noche. Conocemos muy bien todas sus costumbres, sus aficiones y sus vicios gracias al sistema de seguridad, dado que usamos las cámaras para vigilar sus movimientos. Estos dos son muy aburridos, ninguna perversión, ningún momento un poquito picante, un par de muermos sin vida sexual. Me acuerdo de aquellos otros, los de la casa verde en la sierra. Vaya par de cachondos. Ella se vestía de Catwoman y entraba en la casa a oscuras, recorriendo las habitaciones con sigilo en busca de sus enemigos mientras él acechaba disfrazado de Joker y la sorprendía siempre en un lugar diferente, peleaban con saña durante un rato y siempre el mal prevalecía sobre el bien y Joker conseguía forzar a Catwoman. Vaya dos, lo que se gastaban en atrezzo. Muchas veces tuve la tentación de entrar allí vestido de Batman, cargarme al Joker y darle su merecido a la mujer gato. Hubiera sido épico. 

Acabo de recibir en el móvil el mensaje de Manuel, que está apostado en la calle paralela, al otro lado del chalet. Es la hora, vamos a entrar. Salgo del coche en el que he permanecido agazapado durante un par de horas, tardo un poco en desentumecerme, cosas de la edad, antes la emoción del momento era suficiente para que no sintiera nada, ningún dolor ni molestia por muchas horas que hubiera estado quieto, encogido y alerta. Salto la valla aprovechando uno de los puntos débiles. Por lo general son los árboles, aunque muchas veces un ornamento en el muro o un tejadillo parecen puestos ahí adrede para facilitarnos la entrada.

Somos muy metódicos y planificamos cada paso a seguir una vez entramos en la propiedad, lo cual evita sorpresas e improvisaciones que puedan complicarnos la vida. La planificación es fundamental y sin duda es la razón por la que nunca hemos tenido que utilizar la violencia. En más de 50 asaltos no hemos pegado un solo tiro, ni siquiera un bofetón. Las amenazas y las certezas han bastado. Sabemos donde está la caja fuerte y casi siempre qué hay dentro, sabemos donde esconden un arma, donde dejan los teléfonos. Por todo eso nuestros trabajos son limpios y lucrativos, con la ventaja adicional de que no hay tanta persecución cuando se trata de dinero o joyas que pertenecían a alguien que tiene mucho si no hay violencia de por medio. Hasta anestesiamos a los perros si los hay. Todo eso nos permite largos descansos entre faena y faena. No hay estrés en nuestras vidas gracias a la planificación.


La alarma ya estará sonando, pero sólo en nuestro ordenador, no va a ser un problema. Nos encontramos frente a una de las ventanas del piso inferior. Nos miramos durante un segundo buscando la seguridad en la mirada del otro. Manuel opera con un estilete y abre la ventana con suavidad, entramos y nos dirigimos con rapidez a la zona del dormitorio. Unos gritos, un par de viejos sobresaltados, abrumados por el miedo, por la sorpresa y la agresividad verbal, que lo único que quieren es que todo eso acabe cuando antes. Unos pocos pasos hasta el estudio, diez segundos para abrir la caja fuerte y otros quince o veinte para vaciar todo su contenido en una bolsa de deporte. En menos de tres minutos estaremos fuera, en menos de diez será imposible localizarnos, estaremos ya sumergidos en la maraña de carreteras o en las calles de la ciudad cercana. En realidad no tiene mucha importancia porque cuando salgamos llamarán a la compañía de seguridad, vendrá el coche de vigilancia, llamará a la policía que tendrá que llegar hasta aquí, tardarán un rato en hacerse cargo de la situación y ponerse en marcha. Si es que lo hacen habrán pasado más de dos horas, casi podríamos estar en otro país.

Nos apostamos frente a la puerta del dormitorio que como estaba previsto tienen cerrada pues esta pareja nunca la deja abierta. Nos miramos otra vez, un leve movimiento de cabeza y abrimos de golpe. Entramos rápido, gritando y apuntando nuestras armas y linternas hacia la cama, rompiendo el silencio y la oscuridad.

Nada más abrir la puerta, sin todavía ver nada, ya sé que algo anda mal. Es por el olor, huele a algo terrible que no he conseguido identificar, aunque mi corazón está encogido, apretado por un puño enorme. Las luces de nuestras linternas se mueven y muestran imágenes confusas. La cama muy revuelta, las sábanas retorcidas llenas de sombras oscuras, un bulto cruzado sobre la cama y otro apoyado en uno de los lados. Enseguida dejamos de gritar y de movernos, pero tardamos un segundo en decidirnos a fijar las linternas sobre la cama.

Manuel mueve la suya muy despacio desde el pie de la cama hacia el cabecero. Se detiene en las primeras manchas oscuras, son salpicaduras rojas, de sangre. Me viene a la cabeza el olor cuya presencia había olvidado por un instante debido a la tensión. La luz avanza un poco más y muestra el cuerpo de un hombre tumbado boca abajo, con la espalda destrozada, como si le hubiera atacado un león o una pantera. No puedo evitar enfocar mi linterna hacia el otro bulto. La mujer está apoyada contra la cama, sentada en el suelo con la garganta seccionada y la cabeza hacia atrás, sobre el colchón, en una posición horrible.

-¡Joder! ¡Mecagoensuputamadre! -grita Manuel- Estos dos están muertos, tío. A-se-si-na-dos. Se los ha cargado alguien.

-Pero ¿cómo puede ser? No puede haber entrado nadie, hubiera sonado la alarma en el portátil y nos habríamos enterado.

-Pues ellos solos no se han matao. No de esta manera -dice angustiado y nervioso- Atención que igual tenemos por aquí a algún indeseable aparte de nosotros.

Movemos las luces de un lado a otro de la habitación, buscando entre las sombras con las pistolas preparadas y cubriéndonos las espaldas. No hay nadie por ningún lado, no se aprecia nada raro.

-El armario -dice Manuel- Mira la puerta está entreabierta.

-Sal de ahí -grito con voz temblorosa- O nos liamos a tiros ahora mismo.

Un momento de silencio y la puerta empieza a moverse con lentitud. Damos un paso atrás, apuntando con las armas y las linternas, prestos a defendernos del ataque de quien pueda esconderse en el armario. Cuatro manos levantadas preceden a dos sujetos que permanecían acurrucados y se levantan con lentitud.

-No disparen señores -dice uno de ellos. Es un hombre, está desnudo y muy delgado, sucio, su cabeza cubierta por una greña de pelo sucio y pegajoso. Detrás de él se levanta una mujer igual de maltrecha y llena de porquería, con los ojos temerosos. Me recuerdan al bicho del Señor de los Anillos, al que comía peces crudos y quería su tesoro.

-Pero ¿quienes sois vosotros? ¿Habéis matado a esta gente? -pregunta Manuel con una voz que denota miedo, incomprensión y enfado.

-No queríamos hacerlo, señor -dice el hombre- No era nuestra intención. Salimos aquí y las cosas pasaron pero no es culpa nuestra. Sólo pasaron.

-Se pusieron a gritar -dice la mujer- Y nos asustaron, llevábamos mucho tiempo en silencio y nos sobresaltaron.

-Sí, y no queríamos que los otros oyeran, los que nos persiguen -subraya él- Intentamos que callaran pero gritaban tanto que nos asustaron más y tratamos de que callaran y al final, sin saber cómo, pues…

-Pero ¿de dónde salís vosotros? -pregunto con dificultad para hablar. 

-De ese agujero -dice el hombre señalando un montón de tierra dentro del armario- Somos fugitivos, huíamos de los de abajo, y salimos aquí como podíamos haber salido en cualquier otro sitio. No tenemos nada contra ellos, ni contra nadie.

-¿Los de abajo? No entiendo nada. ¿Quieres decir que sois presos y que os habéis fugado de alguna prisión haciendo un túnel? 

-No, presos no. Condenados -dice ella- Llevamos casi 250 años en el infierno y hoy ha surgido la oportunidad y nos hemos dado el piro.

-¿El infierno? No me jodas, me quieres hacer creer que en el infierno en un momento como este ¡No me jodas! -dice Manuel.

-A ver, un poco de orden. Estar aquí más tiempo no es precisamente recomendable. Lo primero es salir de aquí todos muy juntitos y luego veremos qué hacemos con estos dos -le digo a Manuel.

-Sí, cuanto antes nos vayamos mejor -dice el hombre- En cualquier momento llegarán los vigilantes que nos perseguían y ya les aviso de que tienen muy mal carácter.

Salimos rápido de la casa, cogemos el coche y nos alejamos rápido y en silencio. Conducimos por la autopista unos minutos y paramos en el parking de una gran área de servicio.

-Es la primera vez que monto en coche -dice el hombre desde el asiento trasero y tomando la mano de su compañera- No es que no sepa lo que es, estamos bien informados de lo que pasa aquí arriba. Pero montar, montar es la primera vez. ¡Qué aventura!¡Qué bien hemos hecho en fugarnos!

-Qué emoción -dice Manuel que les apunta con su pistola desde el asiento del copiloto- Vamos, ahora a explicar toda esa historia rara, ¿por qué habéis matado a los viejos?. Y contad de paso por qué andáis por ahí en pelotas y llenos de mierda.

-Ya se lo he dicho. Venimos de abajo, ya sabe, estábamos condenados allí. Hacíamos lo de siempre pero surgió la oportunidad y los dos corrimos por unas galerías, escarbamos, llegamos a otras y así hasta la casa de esos dos inocentes que el cielo tenga en su gloria.

-¿Me quieres hacer creer que existe el infierno? -repito mi pregunta de antes con mayor escepticismo.

-Bueno, vamos a ver. Todo esto es el infierno. El planeta entero, me refiero -explica.

-Sí, claro, y el cielo son esas estrellas que se ven allí arriba -digo con sorna.

-Exacto -responde- Cuando alguien la lía allí arriba le mandan a uno de estos planetas infernales. Surges en la superficie y vives como vosotros, en un infierno asqueroso aunque todavía soportable. Y si aquí la lías aún más pues te mandan abajo a lo que es el infierno digamos a su natural ser, con todo incluido. Ese es el recorrido normal de la gente en general.

-¿Esto es el infierno?¿El planeta entero? No me jodas -respondo.

-Bueno, tío, es que hay mucha desinformación respecto a los límites del infierno. En realidad es una cuestión de marketing. Vale que el cielo es un concepto que se puede vender mejor, pero también es porque siempre han tenido un departamento de comunicación mejor ¿sabes? Siempre han usado mejor los medios, la Biblia, los Evangelios y todo eso. -responde- El infierno nunca se ha preocupado mucho por esos temas y sus límites están un poco difusos en la conciencia colectiva. Es un concepto más abstracto. Eso es un problema, la gente lo asocia con las llamas y todo eso en lugar de con un sitio donde simplemente sufres y te aburres. Aquí arriba todavía hay alguna duda, abajo está más claro. Aquí algunos piensan que se pegan la vidorra cuando sólo están acelerando hacia abajo.

-Entonces, dices que la tierra es ¿una especie de purgatorio?

-Que no, tío -replica- Es el infierno, pero en plan te estoy avisando. ¿No ves qué mierda de planeta solitario? Rodeado de piedras frías que giran y giran. El cielo es más cool.

-Vosotros no recordáis nada del cielo porque estáis a prueba -dice la mujer- pero los que estamos abajo nos acordamos de todo. Yo recuerdo todo perfectamente. Vivía en el cielo, en un planeta muy agradable. Una vida supertranquila, sin problemas, todo previsto para la eternidad completa. Pero un día se me cruzaron los cables y buscando un poco de emoción le robé unas manzanas a mi vecino y de paso me acosté con él y con dos de sus hijos. A ver, a ver, por fases, no con todos a la vez, por quién me ha tomado, no ponga esa cara. Ah, y también tuve un affaire con su mujer y la chica de la limpieza. Esas sí que fueron a la vez. Una historia muy bonita en realidad, pero mal entendida. La sociedad del cielo no estaba preparada, creo yo.

-Y entonces te expulsaron al infierno, aquí, a la tierra -digo intentando parecer aburrido e incrédulo.

-Sí. Y aquí fue donde empecé a pervertirme. Aparecí en una familia obrera de Berlín. En esa fase no recordaba nada de mi vida anterior. Lo hacen así para comprobar nuestra naturaleza, para que no intentemos portarnos bien sólo para volver a la vida ideal del cielo que añoraríamos si pudiéramos recordar. Nos dejan en este sitio infernal, en el que debemos buscarnos la vida, para ver cómo salimos. Bueno, pues Alemania en aquella época era aburrido de narices pero yo era una persona con iniciativas que enseguida identificó las pocas oportunidades que tenía. Me dedique a hacer negocios con los amigos de mis padres. La historia típica de la niña inocente y pervertida que logra ser seducida por 30 ó 40 padres de familia a los que luego les explica las necesidades económicas a cubrir para conseguir mantener todo eso en secreto. Un negocio como cualquier otro, muy parecido a ser banquero, o abogado, al menos desde el punto de vista de los escrúpulos. También requiere una buena formación y esfuerzos, no vayamos a creer que cualquiera puede hacerlo. Sin embargo, nadie aprecia estos sacrificios, sólo se dan cuenta de la parte superficial. Así que me mandaron al infierno, al de abajo, y allí recordé todo, pero cuando ya no había vuelta atrás. Esto también es muy injusto.

-Y ¿usted? -pregunto dirigiéndome al hombre.

-Pues yo el típico rollo de adolescente malote. Veía en los reportajes sobre la tierra a todos esa peña vestida de cuero, fans del rock. Buah, me flipaba la estética, las borracheras, los petas, las vomitonas. Intenté montar un grupo heavy en mi barriada del cielo pero como eran todos muy moñas ninguno se atrevió, así que decidí empezar por mi cuenta y llamar la atención, ya se irían apuntando otros. Se me ocurrió hacerme una guitarra y tuve la mala idea de elegir el árbol del pecado original, pensaba que la madera sería de puta madre. Ya sabe, el árbol ese, el de Adán y Eva, el de la manzana. Las manzanas es que tientan mucho en el cielo, no sé por qué.

-An apple a day keeps the doctor away -dice la chica descojonándose de la risa.

-¡No me hables en romano que ya sabes lo que me altera nena! -dice el hombre riendo también- Bueno, volvamos al tema. Aquello me valió un billete de ida a la tierra. Aparecí como doscientos años atrás en Córcega. José Bonaparte I, hermano de Napoleón, para qué le voy a contar. También a mí me pareció muy injusto cuando recordé todo allí abajo, entre las tinieblas.

-Vale, o sea, que sois prófugos del infierno de abajo.

-Sí -dice el hombre.

-No -dice la mujer- Somos antisistema. Estamos en contra de todo esto que se ha montado aquí, que si cielo, que si el infierno, que si pórtate bien sin saber de qué va todo. Lo vamos a reventar.

-¿Ah, sí? Claro, claro ¿Y cómo? -pregunta Manuel tan escéptico como yo.

-Con esto -replica ella señalando un libro muy viejo y gordo que hasta entonces no habíamos visto- Lo hemos robao en las oficinas del infierno. Es el registro de pecadores. Recoge toda la información sobre los precedentes de cada uno, el pecado cometido en el cielo que les hizo recalar aquí, en la tierra. Esto hará recordar a todos. Así los que vivís aquí arriba también os rebelaréis y el sistema caerá por su propio peso.

-Vaaaaaya. Vas a cambiar el curso de la historia y los designios de la creación con unas cuantas líneas de un libro viejo, vale vale -dice Manuel descojonado de la risa- Dime, dime, qué hice yo en el cielo para que me enviaran aquí.

-Nombre completo.

-Manuel Florindo Valles de Chueca.

-M.., Ma…, Manuel, Manuel. Floriiiiiindo. Valles de Chueca -dice ella mientras busca en el libro- Vaaaaaya pieza. Coño, si os conocéis -grita de emoción mientras sacude un codazo a su compañero- Este era de tu barrio.

-¿Siiiiií? Pues no me suena. Claro que volver a nacer te cambia bastante -afirma él.

-Mira la que liaste -dice la chica- Robaste un camión lleno de manzanas, desapareciste y nadie supo de ti durante bastante tiempo. Hasta que te encontraron en un lugar apartado en la montaña. Habías montado una secta separatista en la que te rodeabas de adoradoras a las que sobornabas con las manzanas. Llevaste por el mal camino a unas 20 chicas y os mandaron a todos aquí.

-No, no, no, a cada uno lo suyo, fueron 25 chicas -dice Manuel como despertando de un sueño y poniendo de repente cara de sorpresa- ¡Coooooño, Antoñito tío!, ¡pero si eres tú!, no te había reconocido. ¡Rockero! ¡Malandrín! ¡Corta-árboles! Que soy yo, el Paquito.

-Jooooooder. ¡Ahora ya te conozcoooo! Pero que haces tú aquí, pieza. ¡Sí eras un blando de la hostia! -dice el hombre desnudo y sucio, que al parecer se llama Antoñito.

-Manda huevos lo que es la casualidad -dice la chica- A todo esto, yo me llamo Alicia.

Yo estoy alucinando con Manuel, que ahora dice que se llama Paquito. Le doy un empujón y le miro con cara rara, a ver si es que está tomándonos el pelo o algo.

-Tío, deja de hacer el gilipollas, que estos son dos asesinos, igual de esos en serie, vete a saber a cuantos han matado. No les sigas el rollo más tiempo. Nos vamos.

-Espera, chaval -dice Alicia- ¿No quieres saber lo que hiciste tú?

-Fernando Montesdefoca Insalubre -dice Manuel/Paquito antes de que yo tenga tiempo de responder.

-F…, Fe…, Fernando, Fernando. Moooooontesdeoca. Insalubre. Aquí está -me mira aguantando la risa- Anda, anda, que vaya figura. Menudo artista tenemos aquí. Joooder, y haciéndose el pulcro encima. 

-¿Quu… queeé? -pregunto contrariado.

-Bueno, pues te llamas… tu verdadero nombre es Rafita Villapendejo.

-¡El legendario Rafita! -gritan Antoñito y Paquito al unísono.

-Dejadme en paz que os estoy viendo venir -digo temeroso de todo aquello.

-Tú defendías las teorías de Darwin en el cielo. La evolución y todo eso. Ya son ganas de tocar los cojones, chavalote, sobre todo cuando lo único que conoces es el cielo, pero en fin -dice Alicia- Montaste tu propia fundación con objeto de extender el conocimiento de esa teoría y conseguiste juntar a varios miles de adeptos. Los jefazos no te prestaron mucha atención hasta que se te ocurrió plantar tus propios manzanos para lograr la independencia del sistema. Entonces mandaron a las fuerzas especiales, asaltaron tu fundación y te enviaron aquí.

-Ah, sí, ya me acuerdo, cuanta intolerancia. ¿Sabéis algo de mi fundación? ¿Sigue funcionando? ¿Qué fue de mis adeptos? -digo asimilando de repente todo lo que antes ignoraba por tenerlo olvidado en los recovecos de mi memoria- Por cierto hay que sublevarse pero ya. A reventar el sistema, chavales.


-¡Ese es mi Rafita! -gritan los tres a coro.