Lo del disco era verdad. Mandaron un disco de un material
compuesto muy ligero que se situó bajo mis pies con suavidad y al segundo
siguiente estaba volando, protegido por una potente columna de aire que salía
hacia arriba por todo el perímetro del disco mientras aquel artefacto se
dirigía a la nave con un leve silbido.
Entré a la nave por la boca de un gran puerto espacial
iluminado por hileras paraleas de luces moradas en suelo y techo y que contaba
con una corta pista de despegue en la que se veían algunas naves más pequeñas,
algunas parecían dedicadas al transporte y otras parecían cazas de combate
ultramodernos preparados para el combate.
Al fondo de aquel espacio había un gran número de personas,
alineadas en dos grupos, dejando un pasillo justo en el medio, al principio del
cual me depositó con suavidad el disco volador. De inmediato comenzaron los aplausos y los vítores y surgieron un
centenar de chicas de aspecto nórdico, vestidas de hawaianas y blandiendo
catanas japonesas, que bailaban al son de una copla flamenca mientras me hacían
los familiares gestos obscenos que tantas veces me habían hecho otras chicas
desde una barra americana. La
combinación era chic pero algo dudosa, sobre todo por las botas de pre-ski,
pero tampoco quise parecer desconsiderado con sus costumbres así que me
arranqué por soleares y solté unos cuantos ¡ole y ole, que ole! , mientras
taconeaba un poco y daba unos redobles de palmas.
Así fui avanzando por el pasillo hasta llegar a la comitiva
de bienvenida que me esperaba al final. Eran los cinco sujetos de la tribuna, los
que habían salido en la tele gigante, con el portavoz en el centro, que me
miraba muy sonriente mientras se acercaba con una mano extendida y la otra en
ademan de abrazarme.
-¡El elegido!¡Qué bien! Qué buen aspecto! y qué ganas
teníamos de conocerle por fin, después de tantos años de leyendas y de páginas
y páginas de mitología. –dijo intentando hacerse oír entre los aplausos y voces
del público que abarrotaba los dos flancos.
-Bueno, ya ha visto que hemos preparado una recepción con un
espectáculo típico de su región del Universo, para que se sienta usted como en
casa –me explico guiñándome un ojo- Por cierto ¿puedo tutearle? Tantos años de
escuchar la leyenda del elegido… es como si fueras de la familia, un héroe de
la familia.
-Claro, hombre. Y puedes llamarme Paco.
-Pues yo soy el Destacado Almirante y Magnifico General
Gobernante de los Estados Intergalácticos Reunificados Excelentísimo Señor Don
Federico Pijuelo Frapuchino. Puedes llamarme así. O si lo prefieres por la
abreviatura, D.A.M.G.G.E.I.R.E.S.D.F.P.F.
-Vale, mejor por la abreviatura –dije sonriente, aunque
mentalmente me quedé con lo de Fede.
En ese momento llegaron los otros dos terrícolas que me
acompañarían en mi visita a la nave, un militar regordete de mediana edad y un
anciano con pinta de pueblerino que lo observaba todo sin disimular su
fascinación, sobre todo a las chicas hawaianas. Mientras ellos se acercaban me
di cuenta de que no sabía cuánto tiempo iba a estar allí, esperaba que sólo
fuera una visita y muy corta, pero tenía un mal presentimiento. A mis
acompañantes no les vitorearon, ni les lanzaron confetí, ni les hicieron
proposiciones lascivas, así supe que en el espacio intergaláctico también hay
clases.
Tras los saludos, recorrimos unos largos pasillos metálicos
adornados con pequeñas luces verdes y rojas que dibujaban el camino en el
suelo, pues las lámparas del techo emitían una luz muy suave que apenas
iluminaba hasta media altura. Llegamos a una sala de reuniones y allí nos sentamos,
los cinco marcianos y los tres terrícolas, escoltados por unos quince tipos
fortachones vestidos con monos blancos que se apretaban a las paredes como si
estuvieran sujetándolas.
-Creo que lo primero son las presentaciones –dijo Fede-
Nosotros somos los cinco máximos representantes de la civilización dominante en
el Universo, que no es otra que la humana. Sí, somos humanos, como ustedes. De
hecho, somos parientes, podría decirse que hermanos. Pero en fin los avatares
de la historia nos separaron. Y yo soy, bueno, digamos que el presidente de todo el Universo –y se quedó en silencio con aire de
suficiencia esperando nuestras presentaciones.
-Pues yo soy el sargento primero de infantería de marina
Virgilio López –dijo el militar- y estoy aquí como máximo representante de la
autoridad militar española en la región militar sudoeste. Autoridad que me ha
sido conferida por causa de la ausencia de todos los mandos superiores derivada
de la merecida pausa veraniega.
-Y yo soy el alcalde de Barbate, patriarca Heredia pá
servirles –dijo el anciano-, máxima utoridad civil de la zona sur de la
pinínsula con carácter cincustancial y por los mismos mutivos expuestos por aquí
el sargento.
-Yo soy Paco –expliqué tras darme cuenta de que todos
esperaban que dijera algo-, soy escritor. Eeeh, de novelas. Eeeeh, policiacas –los
nervios me traicionaban- Y una vez salí en la tele, en un programa de sucesos,
aunque también fue una casualidad.
Caminaba por la…
-Claro, claro –dijo Fede- Fenomenal. Pues ya nos conocemos
todos. Así que empecemos. Este señor es el elegido ¿Vale? Y le vamos a llevar a
hacer un periplo por el universo para tranquilizar a la población y hacerles
ver que todo va a seguir como hasta ahora ¿verdad? –dijo mirándome por encima
de unos cristales de aumento que flotaban sin apoyo a los lados de su nariz.
-Disculpe, pero estamos en medio de una crisis diplomática
sin precedentes. Primero de todo exigimos una disculpa oficial por el derribo
de nuestros aparatos -dijo el sargento-
Y luego, que reparen el cielo, que se vayan y que no vuelvan a entrar en
nuestro espacio aéreo sin permiso previo por escrito, sellado y firmado.
-Muy bien –replicó Fede- Es justo lo que queremos.
Marcharnos y que todos se olviden de nosotros.
-¿Pero, coño, no te
das cuenta que es un impusible? La gente se va a recordar de esto su vida
entera –dijo el alcalde- Se hace necesaria una compensación pecuniaria por el
daño siculógico a la población general. Te voy a haser una buena oferta, que no
podrás rechazar. No sé si has visto la pinicula del Padrino y te hases una idea
del contenido de la susodicha frase. Bueno, al grano. Si nos ejecutas la
remudelación del puerto, terminas el polidepurtivo y haces una utupista de
cuatro carriles hasta Cádiz, somos tan amigos. Yo me encargo de la búsqueda y
negociación con sucontratistas, que pá eso conozco mejor el terreno y el
percal.
-No entiendo muy bien su idioma, caballero. Debe hablar
usted algún dialecto minoritario. Pero ya me imagino que me está pidiendo que
le facilite los números del Euromillón o algo por el estilo. Pues no quiero. Y
si los supiera jugaría yo –dijo Fede ignorando la proposición del anciano- Lo
único que queremos es llevarnos al elegido y punto.
-No pienso ir a ningún sitio hasta que se atiendan las
reivindicaciones de estas personas –dije envalentonado por la relevancia que
parecía otorgarme mi carácter de elegido.
Fede me miró unos segundos con aire reflexivo. Se acercó muy
despacio y se inclinó para hablarme al oído- Vamos a ver, mamoncete, que a mí
todo este rollo del elegido me la trae floja, que yo no me creo todas esas
fantasías que se inventaron hace doscientos mil años para entretener al
populacho. Tú eres un colega que por casualidad paseaba por ahí, por casualidad
llevaba una lata vacía y por casualidad la colocó en el resorte de
desactivación del sistema combinado de imaginación planetaria. Sin embargo,
para tener contenta a la peña vamos a representar nuestros papeles. Tú, el
elegido, y yo, el emocionado presidente. Y no me toques la entrepierna que sacó
a estos dos a patadas de la nave y te vienes con nosotros igual.
-Bien. El elegido sugiere una votación democrática para
dirimir esto –dijo Fede en voz alta- Quienes estén a favor de que nos vayamos
sin más que levanten la mano. Vale,
cinco votos a favor y dos en contra, el elegido se abstiene. Pues, hala, nos
vamos.
-Pero oiga, esta votación no es justa. Ustedes son cinco y
nosotros sólo tres y encima este traidor va y se abstiene–intervino el
sargento.
-Creo ver indicios de que podría usted tener razón en su
argumentación –respondió Fede-. Dirija escrito de apelación por triplicado al
Tribunal Central y Universal de Plebiscitos exponiendo sus alegaciones, por si
tiene a bien ordenar la repetición de esta votación. Hala. Marchando.
El sargento y el alcalde fueron sacados en volandas por los
escoltas y no tardaron en marcharse en dos discos voladores, mientras yo me
quedaba en la nave y me dirigía con el presidente a su despacho, nervioso y
temeroso por lo que me pudiera pasar, sin saber si volvería a casa algún día.
Sin entender todo aquello del elegido y
por qué Fede no se lo creía. Avanzamos por más pasillos oscuros hasta que
entramos en una habitación soleada, como si estuviera a la luz del día, cuyas
paredes estaban formadas por una selva tropical. Fascinado por el realismo
absoluto de aquella decoración, me quedé dando vueltas como un tonto en el
centro de la estancia, mirando todo lo que me rodeaba, hasta que Fede me pidió
que me sentara con tono de desaprobación.
-Sí que les ha dado boleto rápido –dije, acomodándome en un
extraño sillón que flotaba en el aire y que se adaptaba a cada movimiento de mi
cuerpo dejándome una libertad increíble, como si flotara en una nube.
-Comprenderás que para charlar sobre nuestro… problema no
nos hacen falta mucha falta un minador, filibustero o lo que sea el del
uniforme, ni tampoco el sheriff del pueblo que encima sólo se ha preocupado por
los números de la primitiva.
-Podría explicarme un poco la situación… –le dije a Fede.
-Bueno, te lo explicaré a grandes rasgos y ya irás
enterándote de los detalles en el viaje que vas a realizar. Te acompañará un diplomático
experto en materia de civilización, que se ocupará de todos los detalles de tu
viaje. Te informará de todo, te explicará lo necesario, te protegerá, etc,
-Me… ¿protegerá?
-El Universo es grande, muchacho. Y no está exento de
peligros.
-Es verdad que el Universo es muy grande –reflexioné en voz
alta- Nunca volveré a casa.
-No me seas pesimista. Piensa que si vuelves no serás el
mismo. Sólo con eso ya habrás salido ganando, ja,ja,ja. –dijo sirviendo un
extraño líquido naranja en dos vasos de un material tan fino y transparente que
apenas se veía.
-¿Qué es esta bebida? –dije intentando sacar matices al
sabor de aquel líquido- El color se parece al de la Fanta pero sabe más a…
-Semén de unicornio satúrnico. Muy difícil de conseguir. Uno
de los mejores licores del Universo. Sobre todo si se enfría con óvulos de
alondra de Pegaso, como es el caso. La reacción química es maravillosa.
-Vaaaaya –dije dejando el vaso sobre la mesa- Quién iba a
imaginar que probaría esto…
-Que no hombre. Tan sólo es zumo de naranjas de Nexus…
-Ah, menos mal.
-…enfriado con fístulas anales de lagarto de Andrómeda.
-Bien –prosiguió- Se da el caso de que una milenaria leyenda
te ha traído hasta aquí. No es exactamente una fantasía, pues todo está muy
bien documentado, pero digamos que el tiempo ha magnificado la realidad y ha
terminado otorgado al elegido, a ti, un protagonismo desaforado y sin
fundamento.
Verás, resumiendo
bastante, la humanidad existe desde hace millones y millones de años durante
los cuales se ha ido extendiendo por algunos lugares del Universo desde su
lugar de origen, un planeta en el corazón de la nebulosa conocida por vosotros
como Pequeña Nube de Magallanes. Esta conquista del espacio se ha basado en el
desarrollo de determinadas habilidades cerebrales, que nos llevaron a una
rápida expansión una vez superada la torpe etapa de la evolución a través de
diversos inventos, máquinas y artilugios de diverso tipo. Pues bien, en un
momento dado, y aunque parezca increíble una, parte de la humanidad se negó a seguir
este camino de evolución, se generó una gran polémica, graves disturbios, y al
final todos esos disidentes fueron segregados y confinados en un planeta
lejano, del que no podrían salir, precisamente por falta de la imprescindible
evolución cerebral.
Ese planeta es La Tierra, efectivamente. Hace unos 200.000
años la humanidad dejó aquí a unos tres mil quinientos millones de descontentos
que no creían en el futuro tal y como se había planificado. Tendrían que
buscarse la vida en este planeta con sus habilidades innatas y sus manos, tendrían
que vivir como ellos predicaban. El planeta tierra en sí era bastante feo e
inhóspito, así que para minimizar las quejas y evitar que se concentraran en
volver a nuestra civilización, creamos el sistema combinado de imaginación
planetaria que les mostraba una cara más amable mediante la generación de
percepciones sensoriales, cambios climáticos, ciclos vitales y otros elementos
de diverso tipo que vosotros consideráis inherentes a La Tierra. El planeta en
sí era habitable e incluso tenía su biodiversidad, pero digamos que lo
maquillamos un poco para que se pareciera más a determinados lugares del
Universo que son considerados paradisiacos y así nos evitábamos las críticas y
la mala conciencia que hubieran surgido entre los reacios e indecisos si se
tratara de un lugar muy poco atractivo.
Como era de esperar el 95% de aquellos apartados murieron
muy rápido por falta de adaptación, dado que aquellos primeros pobladores de
este planeta no fueron capaces de acelerar lo suficiente su evolución basada en
sus manos, las máquinas y todo eso, por lo que no pudieron satisfacer sus
necesidades básicas a medio plazo. Y aún así se negaron a la evolución
cerebral. En apenas 100 años quedaban sólo el 5% de los que aquí desembarcaron
y estaban tan ocupados en sobrevivir que la civilización y la cultura fueron
decayendo de forma terrible, hasta que un par de milenios después se habían
convertido en lo que vosotros denomináis los Picapiedra, sin ninguna conciencia
sobre su origen, ni la más mínima idea de la gloria con la que la humanidad se
desarrollaba en otros planetas y galaxias.
La cuestión es que cuando se decidió la expulsión de
aquellos millones de humanos surgieron muchas protestas y un conocido líder de
los opositores vaticinó que llegaría el día en que el Elegido derribaría la
barrera de ilusiones y desde La Tierra mostraría a la humanidad su egoísmo,
pero también el camino a la felicidad, la igualdad y la justicia. Con los
siglos, se olvidó todo el contexto, las razones, casi todos los hechos, pero aquella
frase en lugar de borrarse también con el paso del tiempo, se convirtió en una
especie de profecía que ha pervivido hasta nuestros días y que se ha revestido
de misticismo de una forma incomprensible.
Durante todos estos milenios las autoridades hemos dejado
que la Profecía del Elegido alimentara a los pueblos entendiendo que era una
fantasía necesaria y que jamás nuestra civilización tendría que enfrentarse a
su realización. Hasta que llegaste tú.
-Bueno, como usted ha dicho antes, todo ha sido una
casualidad.
-No, no. No ha sido una casualidad. En realidad era algo
seguro y predecible. Es como si lanzas mil dados a la vez esperando que en
todos salga el número seis, parece imposible pero si lo haces quinientos mil setecientos
seis millones de veces, ocurrirá. Si había una posibilidad de que se activara
el dispositivo de la playa era seguro que algún día, quizás pasados cientos de
miles de años, alguien lo haría. Supongo que ha sido un gran fallo por nuestra
parte no considerar la realidad estadística.
-De acuerdo. Aunque me faltan muchas explicaciones y
detalles, entiendo lo que dice. Toda esta historia, lo del dispositivo, lo del
elegido. Pero, y ahora ¿qué?
-Ahora –dijo mirándome con firmeza- los Siete Mundos saben
que existes.
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