Con un gran salto elíptico nos colamos en la atmósfera de un
planeta. A los pocos minutos aterrizábamos en mitad de lo que desde arriba parecía
una ciudad.
Salimos de la nave y aguanté la respiración por si el aire
estaba envenenado como le pasaba a Schwarzenegger en Desafío Total, pero me empecé a poner rojo y
Samantha se dio cuenta y levantó el puño en señal de amenaza, así que tragué
aire y comprobé que el aire era sano, puro y limpio y me relajé un poco. Por
cierto, cuantas similitudes entre Arnold y yo, los dos perdidos en el espacio
con una churri de muerte, que nos da patadas y puñetazos.
Observé la ciudad. La verdad es que era tirando a rara. Los
edificios eran enormes, como gigantescas pirámides que se elevaban hacia el
cielo como un par de kilómetros. La base de los edificios era inmensa y estaba
circundada por una especie de trenes rápidos que flotaban en el espacio y se detenían
en puertos a diferentes niveles. También
se veían muchas plataformas parecidas a los discos voladores, que transportaban
grupos de gente de unos lugares a otros en un sorprendente orden dentro de
aquel caos. En cada una de aquellas construcciones debían vivir cientos de
miles de personas.
Los edificios estaban separados por espacios naturales de al
menos dos o tres kilómetros formados por jardines, bosques, lagos y ríos que
hacían que todo aquello pareciera armonioso y natural. Aunque el hecho de que
la hierba fuera roja y el agua naranja estropeaba un poco el conjunto.
-Bueno, estamos en la zona residencial –dijo Samantha- Aquí
las construcciones son más familiares, no tan grandes como en la zona
administrativa, donde están las oficinas, el senado y todo eso.
-Ya, ya, o sea, que esta es la típica urbanización de chalets adosados ¿no? -respondí- Estoy deseando ver la zona de los
unifamiliares. Por cierto, ¿no viene nadie a recibirnos? La recepción en la
nave espacial fue bastante mejor, no es por nada.
-No. Aquí se valora mucho la imparcialidad. El representante
político que no cuida su imparcialidad demuestra que está corrupto. Supongo que
en tu planeta pasa igual.
-Pues no, no exactamente –comenté- Yo no entiendo mucho de
política, pero diría que en mi planeta se estila más lo de ser imparcialmente
corrupto. Es decir, si puedes pillar, pillas a tope. Donde sea, y sin remilgos.
-Ah, pues… ¡qué bien! –respondió Samantha sin entender- Ves,
al final no somos culturas tan diferentes. Bueno, pues lo que pasa es que no ha
venido nadie para demostrar su imparcialidad en el proceso de evaluación al que
te van a someter.
Salimos del navepuerto y caminamos por un bonito sendero que
atravesaba la pradera roja, dirigiéndonos a uno de los edificios. El sol, un
gigantesco disco naranja que ocupaba casi todo el horizonte iluminando la
escena sin deslumbrar, nos bañaba con un leve y agradable calorcillo mientras
pasábamos cerca de una de aquellas lagunas.
-Me pegaba un baño ahora mismo –comentó Samantha con
naturalidad.
-Por mí no te cortes –dije empezando a imaginarla nadando
desnuda en aquella laguna naranja y apreciando por primera vez las posibilidades del agua de aquel color.
-Joder, tío. Me está pareciendo que en tu planeta abordáis
el sexo en plan un poco rústico ¿no?
-Hombre, a ver, igual el abordaje no se me da del todo bien,
pero mejoro bastante en la parte del saqueo a la nave.
-Ya, ya. Joder que tonto eres. Recuérdame que te apunte a
clases de cortejo.
-Y ¿no me las podías dar tú? Digo, ya que tenemos que viajar
tanto juntos. Nos dará tiempo a intimar y a enseñarnos cosas.
-Pues que quieres que te diga, no hay que descartarlo. Si persistes
en esa forma de abordaje esto va a ser un horror.
-Oye, ¿y por qué el sol es tan grande y naranja?
-¿Te parece raro? Claro, está acostumbrado al de vuestro
sistema solar. Verás, es naranja y da poco calor porque está en una de sus
fases iniciales. Es una estrella que sólo tiene unos pocos cientos de miles de
años y lleva pocos quemando hidrógeno, por lo que todavía no da mucho calor,
pero va en aumento y la temperatura se multiplicará. Y es tan grande porque
está muy cerca.
-Entonces, si su calor va a aumentar tanto ¿achicarrará este
planeta?
-No dará tiempo. Antes el planeta Senado se habrá estrellado
contra ese sol y se fundirá en su superficie, pues nos atrae cada vez con más
fuerza. Se calcula que el planeta dejará de ser habitable en 50 ó 60 mil años.
-Y ¿no pensáis hacer nada?
-Supongo que, llegado el momento, quienes estén por aquí se
largaran a otra parte. A nosotros no nos va a afectar ¿sabes? Vivimos unos 80 ó
90 años, parecido a vosotros, según creo.
-Nosotros depende. Por ejemplo, Camarón vivirá para siempre –dije
intentado remarcar el sentido profundo de la frase entrecerrando un poco los
ojos y mirándola con firmeza.
-¿Te estás mareando? ¿No? ¿Seguro? Tienes que ir al baño. ¿No?
Llegamos a la zona cercana al enorme edificio, que de
cerca parecía aún más imponente. Estaba construido en una aleación metálica de
aspecto muy ligero, era tan alto que se perdía en el cielo y apenas se podía
ver nada más allá de sus lados. La fachada no era lisa o simétrica como
acostumbran a ser en la Tierra, sino que por todas partes sobresalían grandes
estructuras irregulares de diversas formas que parecían restaurantes, tiendas,
talleres o negocios de diverso tipo. La gente entraba y salía de ellas, todos
montados en discos voladores. Era algo así como el poblado de Mad Max pero en
vertical, moderno, civilizado y limpio, vamos que en realidad no se parecía en
nada, pero me lo trajo a la memoria.
Observé a la gente que pasaba por allí andando, volando en
sus discos y a los que esperaban al tren, porque habíamos entrado en una zona
que parecía un andén de ferrocarril. Muchos iban vestidos con monos como los
nuestros, de diferentes colores y materiales, pero otros llevaban atuendos de
lo más dispar, parecían disfrazados, de surferos, ejecutivos, futbolistas, o de
nobles medievales.
-¿Hay una fiesta de disfraces o qué? –pregunté.
-¿Disfraces? Ah, no, no –respondió Samantha- Es lo que te
comenté antes, la influencia de vuestro planeta. La gente se queda con algunos
iconos de vuestra cultura y trata de ser identificado con ellos a través de la
forma de vestir. Cuanto más transgresor mejor, ya sabes cómo suelen ser estas
cosas.
-Bueno, sí, puedo entenderlo hasta cierto punto, pero,
joder, aquella señora mayor va vestida de gladiador romano.
-Aquí todo lo romano es considerado elegante –dijo ella.
Un tren que flotaba en el aire se detuvo junto al andén.
Miré a mi acompañante con aire interrogativo y ella se encogió de hombros,
haciendo ver que no podía explicarme cómo aquel ingenio podía sostenerse sin
ningún apoyo. Por dentro era muy parecido a un vagón de metro, con asientos a
los lados y un espacio para ir de pie en medio, pero estaba medio vacío y no
tuvimos problemas para sentarnos.
La gente iba a lo suyo, unos leyendo una de esas revistas de
una sola hoja, como la que leí en la nave, y otros mirando diversos
dispositivos electrónicos cuya utilidad no estaba muy clara. Todos menos la
señora gladiadora, que se había sentado a unos metros de nosotros y me miraba
con atención.
-¿Qué son esos aparatos? –pregunté.
-Dispositivos de enlace. Sirven para hablar con gente, para
manejar el ordenador central, ver televisión, ir preparando la cena, o
trabajar, para todo en realidad. Aquí todo está conectado a una central de
procesos y puedes hacer casi cualquier cosa conectándote a los aparatos que te
pertenecen aunque estén en un lugar muy remoto.
Iba a preguntar otra cosa, pero noté unos golpecitos en el
hombro y me volví para encontrarme con la señora gladiadora que se había
sentado a mi lado y me miraba con aire interrogante.
-Eres el elegido, ¿a que sí? Te he visto en la tele –dijo
casi sin respirar y sin darme opción de contestar- Al principio no estaba
segura pero luego he visto que sí, porque estás muy moreno y aquí aunque lo
intentemos no nos ponemos tanto. Por lo demás te pareces bastante a nosotros.
Yo pensaba que los terrícolas seríais diferentes, más primitivos y eso. No te
ofendas, pero con el descontrol que tenéis ya entenderás que podemos pensar
cualquier cosa. No te preocupes que yo soy fan, ya ves que voy vestida de
princesa romana, al estilo de Camila Parker. No me pierdo ningún especial sobre
la Tierra, la verdad es que casi siempre son incomprensibles pero tenéis
algunas cosas muy bonitas, aunque en los documentales siempre os ponen como
ejemplo, para que sepamos lo mal que estaríamos si viviéramos como vosotros. Yo
me daría una vuelta por allí, sería muy interesante, sobre todo ir de compras,
pero no podría vivir en ese planeta, me estresaría mucho todo eso de los
semáforos y las direcciones prohibidas, por no hablar del Euromillón y esos seres,
los Teletubbies. Qué miedo si te los encuentras por la calle ¿no? Serán
peligrosos, asesinos en serie seguramente. Y como el planeta es pequeño seguro
que un día tienes la mala suerte de cruzarte con uno ¿Conoces a alguno? A
asesinos en serie me refiero, a alguno famoso como Jack el Destripador.
-Pues sí, es mi vecino –respondí, pues como ya he dicho que
no me gusta decepcionar a la gente de otros planetas.
-¡No me digas! ¿Y tienes alguna anécdota? Seguro que de
pequeño ya te parecía un poco raro, ya le verías tú que robaba bocadillos o
algo de eso. Te habrá dejado marcado de por vida.
-Sí, ya lo creo, de por vida. El y sus amistades. Una vez vino por el barrio
una chica montada en su moto, con un mono negro ajustado, diciendo que buscaba
a Jacks y…
-Sí sigues por ahí te parto un brazo -me dijo Samantha al oído.
-… y yo la convencí para que se marchara justo a tiempo.
Todavía me lo agradece un par de veces al mes con su comprensión y cariño. Si
no llega a ser por mí podría haberse convertido en su primera víctima –resumí
mientras por el rabillo del ojo vi que Samantha sonreía escuchando mis memeces.
-Vaya que interesante
–comentó la anciana-. Aunque aquí el tema de los monos ajustados lo tenemos
superado, nos parece más llamativo ir con alguno de vuestros looks, como yo
misma, de Cleopatra.
-Anda, creí que había dicho que era usted una princesa
romana.
-Pues eso, claro, de toda la vida. Pero dime, vas a cambiar
de verdad el Universo. Si es así procura hacerlo sin mucha violencia, bueno, la
justa, y haz que todo esto sea un poco más interesante que yo creo que estamos
demasiado bien organizados. Y tienes que ser muy claro con toda la cuestión de
la profecía, el secretismo sobre ese tema ha generado muchas tensiones, casi
todos los problemas que tenemos vienen de ahí. Porque en realidad la gente
normal no sabemos qué dice, algunos tíos importantes deben saberlo, supongo, el
presidente y yo que sé quién más.
-Sí, sí, Fede, eeehhh, el presidente, me explicó la
profecía.Dice que el elegido llegará para derribar la barrera de ilusiones y
mostrar el camino a la verdad, la felicidad y otras cosas. Por lo visto fue
algo que dijo un líder que se opuso a la extradición a la Tierra de los humanos
que se opusieron a la especialización cerebral hace como doscientos mil años.
-Los humanos que se opusieron… ¿Doscientos mil años? Pero… -reflexionó la
anciana gladiadora- Hijo, tienes que revelar la verdad sobre todo esto. Yo voy
a votar a tu favor, y como yo muchos más, me da igual si eres el elegido o no,
pero sé que eres la única esperanza que tenemos para salir de este
aletargamiento.
-Pero… ¿es usted senadora? –dije mientras ella se alejaba
sonriendo, acercándose a la puerta para bajar en la siguiente parada-.
Samantha, ¿has oído? La viejecita gladiarora es senadora, ha dicho que va a
votar a mi favor. ¿Cómo puede ser
senadora? Y con esas pintas.
-Bueno, los senadores son gente excéntrica, no será la única
a la que verás con un look terrícola, ya te he dicho que está de moda. Hay unos
setecientos cincuenta mil senadores, pero te vas a reunir con una delegación de
25 que serán los que decidan, porque no hay tiempo suficiente para que te
entrevistes con todos, ya te imaginas.
-Es decir, que me voy a ver con representantes de las
principales formaciones políticas.
-No, que va, aquí los grupos políticos están prohibidos.
Cada senador participa y vota por su cuenta, según sus ideas y tratando de
buscar el bien común, los lobbies, frentes comunes y todo eso no están
permitidos. Por eso a veces tardan mucho en decidir sobre algunos temas importantes.
Salimos del tren unos metros detrás de la anciana y al mirar
al frente me quedé paralizado ante la visión del edificio más enorme y suntuoso
que jamás había visto. Era tan alto como los otros pero mucho más ancho y
portentoso, pero lo más increíble es que parecía estar construido de oro
macizo. En la fachada estaban grabadas largas leyendas en un lenguaje
desconocido.
-Joder, ¿este edificio es todo de oro? –pregunté.
-Anda, lo has reconocido, yo pensaba que en tu planeta el oro
es negro. –dijo ella algo extrañada- Pues sí, sí, es de oro, se construyó en
este metal para dar imagen de austeridad y falta de aprecio por las riquezas.
No me mires así, el oro es el mineral más abundante de este planeta y se le
tiene poca estima por ser demasiado brillante y ostentoso, por ello fue
utilizado para la construcción del Gran Senado y de esta forma su coste fue muy
bajo, a pesar de su gran tamaño.
Recorrimos los metros que nos separaban de la entrada del
edificio, cruzamos el hall y una señorita rubia, pequeñita, muy mona, salió a
recibirnos. Llevaba unas enormes gafas negras sin cristales y un sujetador
morado encima de la camisa.
-Buenos días Embajadora y Sr. Elegido. Soy Sarah Bharas. Les
guiaré hasta la sala de reuniones en la que se realizará la evaluación.
-En mi planeta una bailarina se llama igual que tú –dije.
-Lo sé. La vi en los programas sobre la tierra y me cambié
el nombre –respondió con simpatía- Aquí lo hacemos con frecuencia. Total nos
tienen identificados con nuestra huella vital así que nos podemos cambiar el
nombre siempre que nos apetezca.
-Anda, que bien –dije un tanto perplejo- Pues mi perro tiene
implantado un chip y si se pierde pueden saber quién es el dueño.
-¿Tienes un perro? Qué asco ¿no? –dijo mirándome con
lástima- Tranquilo, no te avergüences. Si no es culpa tuya, ya sabemos que vuestros
gobiernos os obligan a hacer cosas muy raras como hacer colas para comprar un
Ipad o comer en Kentucky Fried Chicken.
Iba a decir algo pero aquellas ideas me habían incomodado un
poco y preferí callarme y admirar la decoración que me rodeaba, mientras seguíamos
avanzando por un pasillo dorado y rematado con algunos diamantes, perlas, jades
y amatistas, que avanzaba cruzando las puertas de diferentes salas en las que
se exponían diferentes objetos, escritos y estatuas, supuse que relativas a los
fundamentos de aquel edificio. Hasta que una de ellas me llamó mucho la atención
y me detuve junto a la entrada. En el interior de la sala, dorada e iluminada
de forma tenue como el resto del edificio, había un pedestal de piedra y sobre
él una urna de cristal, en realidad un ataúd sin tapa, dentro del cual se veía
a una chica morena con un lazo rojo en el pelo y vestida con un extraño vestido
amarillo y azul, su rostro era bello y armonioso y parecía descansar en paz.
-Y ¿esto? –pregunté- ¿Qué significa? ¿Por qué está aquí?
-¿No la reconoces? Es
Blancanieves. La vuestra, la de vuestro planeta. En realidad no es la auténtica
claro. El cuerpo es de una mujer que se presentó voluntaria, la inyectaron un
éter que la conserva viva pero en un nivel vital mínimo, de supervivencia.
Hasta que algún día llegue alguien que con un simple beso en los labios la despertará
y la devolverá la vida. Casi toda la gente que entra aquí la besa –me explicó Sarah-. Representa la esperanza, es
algo que nos motiva cuando nos sentimos débiles, algo que mantiene encendidas
las luces del camino. Sabemos que hay vida, a pesar de todo y que algún día
mejorara.
-Lo dices de una forma, que no sé –reflexioné-. Por lo que
he visto desde que he llegado gozáis de una prosperidad envidiable, disponéis
de una tecnología increíble en todos los aspectos, se nota que vivís una vida
segura, sin muchos riesgos. Parecéis estar tan avanzados en todo que vuestros
problemas deberían ser pequeños.
-Sí, es cierto. No podemos negarlo. Pero todo tiene un
precio. -dijo Sarah muy seria.
-Venga, vámonos –dijo Samantha.
-Recuérdelo Señor Elegido. Todo tiene un precio –dijo Sarah
mirándome con cierta tristeza mientras
salíamos de la sala.
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