Me quedé algunos días más en el planeta de la
Providencia. A ella no le importaba y a mí me apetecía mucho conocerla un poco
mejor, al fin y al cabo me había enamorado de ella nada más verla, aunque
cuando pensaba en Scarlett se me ponían los pelos de los brazos de punta, y
cuando me acordaba de nuestras conversaciones telefónicas en el hotel, malito
me ponía. El planeta no era gran cosa pero resultaba muy cómodo. Que me
apetecía una manzana, allí aparecía una con la forma y color exactos, que
quería bañarme en el mar pues se abría ante mis pies. Una vez quise pedir algo difícil,
escuchar un LP de Abba que casi nadie tiene, en un plato de grafito, con unos
altavoces muy raros y en una sala acondicionada. De inmediato sonaba la de Fermin,
o Francisco no sé muy bien, en realidad no es que me apasione ese tipo de
música, era sólo por pedir algo difícil de encontrar y por hacerme el original.
-Pareces aburrido. –dijo la Providencia una mañana.
-Pues sí –preferí ser sincero aún a riesgo de herir
sus sentimientos-. La verdad es que lo nuestro no termina de avanzar y por otra
parte estoy un poco cansado de tener todo con tan solo desearlo. No sé, vendría
bien un poco de coqueteo, algo del juego del
erotismo, me refiero a un no pero sí, a un mira aquí lo tengo pero no lo
vas a catar. ¿Sabes a qué me refiero?
-Los humanos sois raros de pelotas. Todo el año
jugando a la Primitiva para conseguir más cosas y cuando tenéis todo lo que
podéis desear, mira, aburrido como una mona.
-Somos gente compleja, sí. En concreto yo tengo
muchos matices. Oye, ¿no podría pasar la prueba sin más y seguir hasta el
siguiente planeta?
-No hay ninguna prueba que pasar. Ya te dije que en
el fondo eres un personaje irrelevante en todo esto. Sólo fuiste el percutor
que golpea la bala. Puedes irte cuando quieras.
-Vale. Oído cocina.
Como no podía ser de otra manera, apareció en el
aire de forma providencial la nave espacial con forma de supositorio en la que
había visto a Scarlett por última vez y aterrizó a unos pasos de mí. Quise
despedirme de la Providencia pero estaba muy ocupada moviendo las manos en el
aire como si manejara cosas, una versión guapa y atractiva del pedazo feo reprimido
ese de Minority Report,
-Hasta luego querida Providencia –grité.
-Adiós –dijo ella despidiéndose con un agitar de la
mano-. Coño, ya me has distraído, a la mierda el avión con 500 pasajeros.
Subí a la nave espacial y miré un momento a
Scarlett. Qué guapa, Dios mío, con las mejillas algo rojitas por la emoción de
verme de nuevo. Qué pena no haber tenido un par de teléfonos a mano para aprovechar
mejor el momento. La abracé apretando aquí y allá un poco más de la cuenta.
-Creímos que habías muerto –dijo con voz temblorosa
debido a la alegría incontenible- Te dejamos en el planeta Karma y no supimos
más de ti. De eso han pasado, no sé, dos semanas. Nos volvimos al planeta
Senado para notificar tu desaparición, lo cual en la práctica era certificar
que el Elegido en realidad no había llegado, que eres, que hubieras sido en ese
caso, un farsante. Bueno, tú ya sabes que no lo eres. Claro, y el resto también
lo sabrá porque estás vivo.
-Tranquila, Samantha, que te estás aturullando.
Entonces, ahora mismo ¿todo el mundo piensa que soy un farsante?
-No, que va. Nadie se preocupa de ti. Cuando
llegamos al planeta Senado nos encontramos una gran revolución, en plan
pacífico al principio. Empezó porque algunos se sentían raros al ver que no
pasaba nada con todo esto de tu llegada, ya te dije que la figura del elegido compensaba
los desequilibrios de nuestros cerebros retocados, pero tras tu llegada el
equilibrio empezó a resquebrajarse, la gente comenzó a sentirse mal, a notar un
vacío, a hacerse preguntas, a dejar sus obligaciones, muchísimos querían
emigrar a la Tierra. Pronto la gente dejó de trabajar de forma masiva y empezó
a reinar un caos total.
-No me lo puedo imaginar, con lo formalitos que sois
–dije.
-Luego se puso peor. Vinieron tropas de otros
planetas a intentar arreglar la situación, pero cada vez eran más los
descontentos y se montó un caos tremendo, enfrentamientos, deserciones en el
ejército, acampadas en las plazas como esa de la de la Huerta del Sol… Y así
sigue la cosa.
-¿La Huerta del Sol? Joder, Scarlett, eeeeh, o sea,
Samantha, es que eres la leche. Vaya chispa tienes. Si es que me encantas. ¿Y
en otros planetas?
-No lo sabemos. Lo que queda del sistema no deja que
fluya la información.
-¿Y tú?¿Con quién estás?
-Ya te dije que soy una rebelde, desde el principio.
-Y yo también –dijo la piloto desde la puerta de la
cabina de mandos. Ya no llevaba el mono reglamentario, sino una escueta minifalta
de ante marrón tipo india cherokee, un sujetador de encaje negro y liguero con
medias blancas, un precioso y evocador conjunto, superacertado para la ocasión,
que no sé por qué me trajo a la memoria la versión porno de Pocahontas (aclaro,
no es que la haya visto, si es que existe, lo que pasa es que siempre tuve buen
ojo para el casting). Me alegré por ella, el cambio le sentaba bien-. Bueno,
vámonos al siguiente planeta.
-¿Para qué voy a ir al siguiente planeta si esto ya
se ha acabado? Está claro que no soy nadie en este juego y que no tengo por qué
seguir –dije mirando a Samantha.
-No se ha acabado. Puede que el sistema caiga por su
propio peso, a lo mejor la revolución se extiende a toda la humanidad y se
acaba el sistema, pero luego ¿qué? ¿Cómo calmamos a toda esa gente para que
vuelva a vivir en paz en otro orden social? Hay que llevar la profecía hasta el
final y así llegará la solución. ¿No lo ves?
-Samantha, escucha. Durante estas semanas he estado
en los planetas Karma, Fortuna y Profecía, y lo que ha quedado muy claro es que
yo no tengo ninguna importancia en toda esta historia, da lo mismo lo que haga
a partir de ahora, sólo soy el detonante involuntario de toda esta extraña
historia.
-Pues tendrás que detonar hasta el final. Vamos,
capullo.
Una vez acomodados en la nave dedique unos momentos
a la reflexión profunda, intentando llegar al fondo de mi ser, buscando la
fuerza necesaria para afrontar los impredecibles retos que tendría que superar
en el siguiente planeta, mientras mi mano se deslizaba bajo la camisa de
Samantha intentando llegar a aquellas zonas abultadas que tan enigmáticas
parecían bajo la blanca luz de los focos de lectura. Un cachete seco y
contundente me sustrajo de las turbulentas tinieblas de mi superego.
-Tío, eres un obseso. Y un cochino. Pero ¿cómo
puedes estar pensando en sexo ahora? En un momento tan importante de la
historia.
-Pero ¿qué dices? si estaba sumido en pensamientos tan
trascendentales que me estaba aburriendo a mí mismo.
-Bueno, vamos a centrarnos que tú te distraes
enseguida con cualquier tontería.
-Mujer. Si te vieras con mis ojos. De tontería nada.
Scarlett. Guapa.
-Calla. Enseguida llegaremos al siguiente planeta,
en el que te vas a encontrar con el Arquitecto del Universo.
-Cooooño. ¿Voy a conocer a Dios?
-¿Dios? He dicho el Arquitecto del Universo. No
Dios.
-Pensaba que era lo mismo.
-Ah, pues vaya, menuda conclusión. ¿En qué se
parecen? ¿Qué crees que hace un arquitecto?
-Pueeees.. se imagina cosas, para construir y eso. Hace
unos dibujos, planos, no sé, y luego encarga a otros que lo construyan. Y ellos
le dicen educadamente que lo que viene en el papel no se tiene en pie, pero él
ya está pensando en otra cosa…
-Vale, muy bien, acertada definición. Y ¿qué crees
que hace Dios?
-Pueeees… no sé ¿Vigilar el Universo?
-Entonces ¿por qué crees que son lo mismo?¿Crees que
Dios se imaginaría un mundo que no se tiene en pie para luego tener un montón
de trabajo vigilándolo?
-Se nota que no has estado en la Tierra –respondí.
La piloto sacó la cabeza por la puerta de la cabina
y nos dijo que ya estábamos llegando a nuestro siguiente destino, así que
aproveché los últimos minutos para intentar convencer a Samantha de que un
escarceo rapidillo era mejor que nada, que si moría allí apenas tendría de mí
algún recuerdo. Pero ella señaló el dispositivo personal que grababa todas sus
vivencias, como queriéndome decir que podría revivir mediante las imágenes lo
que más le interesara.
A los pocos minutos estaba en un planeta que parecía
compuesto de pequeños montes cubiertos de bosques y árboles verdes y separados
por pequeñas y suaves corrientes de agua. Un paisaje muy bonito aunque con la
peculiaridad de que las nubes también eran verdes. Me encontraba en lo alto de
uno de aquellos montecillos y cómo no sabía qué hacer me senté un rato a
disfrutar de la brisa templada y los olores a maderas y frutas. Entonces vi que
en un monte cercano había una construcción de piedra camuflada entre los
árboles. Tenía que ser allí. Esa era la casa del arquitecto del Universo.
Bajé la ladera hasta uno de los riachuelos y
encontré un puente muy bonito, metálico y blanco, de diseño muy moderno, por el
que avancé unos metros hasta que me resbalé, caí de espaldas y quedé inconsciente
durante un par de horas. Al despertar decidí avanzar con más tiento agarrado a
la barandilla para no patinar de nuevo en aquella traicionera superficie
escurridiza. Al salir del puente encontré un camino de piedras que parecía
ascender hacia la casa y crucé una bonita arcada de muros enlosados, pero las
vibraciones de mis pasos hicieron que una de las grandes losas cayera sobre mí cabeza
y de nuevo necesite un buen rato para recuperarme del shock. Al fin llegué a la
casa. La puerta de entrada estaba apoyada sobre la pared pues era mucho más
grande que el dintel, había un cartelito que decía “Llamar antes de entrar” y
al hacerlo la puerta cayó sobre mí. Tras algunas horas de inconsciencia
desperté y me liberé de la puerta con grandes esfuerzos, arrastrándome,
clavando las uñas en el suelo, y me quedé un rato tumbado en posición fetal,
gimiendo por el mero placer de gemir, y también un poco por miedo a moverme siquiera
en aquel planeta hostil.
-Paseeeee –dijo una voz grave desde el interior de
la casa- Le agradezco que llame, no todo el mundo lo hace al ver la puerta mal
colocada. Un pequeño fallo de diseño ¿Sabe?
-Vaya, entonces ha sobrevivido más gente al puente
resbaladizo.
-Anda ¡qué gracioso el muchacho! Menuda mala uva. Ingeniero
¿no?
-Sin faltar, caballero. Escritor y a mucha honra. De
novelas policiacas.
-Bueno, bueno, bueno, pues ya podía haber sido
cantante, al menos hubiera amenizado la tarde con alguna coplilla.
-Vamos a ver, soy el elegido y he venido a pasar la
prueba.
-¿El elegido? Bueeenooo. Qué importante ¿no? Pues
tendrá que esperar. Es que mire, estoy aquí moviendo en este plano estas
figuras redondas que representan planetas ¿sabe? Y no se imagina la importancia
que tiene en la estructura de un sistema solar el movimiento de uno solo de los
planetas. Piense en la de vidas y vidas, en la cantidad de formas de naturaleza,
de ecosistemas, que pueden desaparecer con tan solo un movimiento impreciso o
excesivo.
-Y ¿para qué los mueve?
-Hombre. Se trata de evitar que el Universo se siga
expandiendo, que vuelva a ser lo que era, para eso me han contratado, para que funcione de una forma ordenada, sin
que unas piezas choquen con otras, sin destruir lo que ya está construido. Apasionante.
Lo que pasa es que es bastante complejo, que si las estrellas enanas, que si
los agujeros negros, que si la línea de fuerza de la galaxia, cada dos por tres
explota una supernova y me jode toda la planificación. Y que últimamente no sé
qué pasa, es como si algunas piezas se negaran a seguir avanzando.
-Y ¿qué tiene usted que ver con el Karma, la Fortuna
y la Providencia?
-¿Yoooo? Náaaaa… Todos esos son artistas de la
farándula, charlatanes cuya palabrería ha cautivado a los incautos y a los
crédulos, sensiblería para gente inculta como usted. ¿Seguro que no sabe cantar
o tocar la guitarra?¿la flauta?
-Bastante seguro. Y ¿no han probado a trabajar
juntos?
-Pero hijo, si esa gente no tiene conversación, por
no saber ni saben resolver una multiplicación de raíces cúbicas. Bueno, yo
tampoco pero tengo esta calculadora científica, ja,ja,ja.
Esperé un rato observando a aquel hombre de mediana
edad que miraba el plano con sus gafas sucias, llenas de huellas de dedos y legañas,
y trazaba una línea de aquí a allá, y desplazaba círculos tras realizar
cálculos y probar fórmulas matemáticas, mientras hacía gestos raros y era poseído
por una sucesión de tics y gruñidos.
-Yo pensaba que usted era el diseñador de todo, el
que sabe las razones por las que ocurren las cosas, todo aquello que no
llegamos a comprender. El que tiene todas las explicaciones inalcanzables para
el hombre –dije.
- No, no, no. A mí que no me responsabilicen, que yo
esto me lo encontré empezado, un Universo en expansión sin control y sin
organización. Ya me ve, intentando poner orden, pero muevo este planeta y los
de este otro se cagan. ¿Por qué ha pasado? Pues porque he movido este planeta. ¿Vale?
Eso es lo que hago, experimentación empírica… Joder, una lluvia de meteoritos,
quién lo iba a decir, a tomar por culo la constelación del caballo.
-Madre mía, ¿se da cuenta usted de la cuadrilla de
chiflados dirigiendo el Universo? Y ¿para qué he venido aquí?¿Qué se supone que
puede evaluar usted sobre el elegido?
-¿Y a mí qué me cuentas? ¿Te crees que lo sé? Te
habrán mandado a este sitio porque vendrá en algún manual o alguna mandanga de
esas sin fundamento –dijo el arquitecto del Universo con desprecio. Luego, al
observar mi profunda decepción, su expresión cambió, alcanzó una revista y la
dobló hacia atrás por una de las páginas- Está bien, estaaaa bien. Vamos a ver,
haz este test. Presta mucha atención.
Miré la hoja de colores que me ofrecía y me quedé
ojiplático, era la página número 25 del Telva de agosto de 2011. Tenía delante
el test “Comprueba tus habilidades para sorprender a un chico en la primera
cita”.
-Bien. Lee el enunciado de cada pregunta y elije una
respuesta. Yo seguiré con lo mío mientras te evalúo.
-Vale. Eeeehh. Teee, teee… te llevará a cenar a un restaurante
hindú. ¿Vestido, minifalda o pantalón? Vaya. Uufffff, ¿Minifalda?
-¡Por supuesto! Está usted aprobado. Venga, ya se
puede marchar.
-Sí, mejor –dije aliviado- ¿Debo tomar alguna
precaución en el camino de vuelta?¿Tiene un casco?
-Qué gracioso el delineante. Anda pírate ya.
Salí de la casa y di un rodeo hasta el río para no
pasar bajo el pórtico, también preferí evitar el puente y decidí cruzar el río
a nado. Subí al monte en el que me dejaron y esperé la llegada de la nave
espacial mientras pensaba en lo rara que era toda esa historia de las pruebas,
los siete planetas y toda esa gente pasando de mí. La nave no venía y no venía
y no venía. Ya me estaba preocupando cuando un rumor de matorrales removidos
llamó mi atención hacia los arbustos de la izquierda, temí que se tratara de
algún animal peligroso, no quería morir devorado por una hiena con cuerpo de
pato a 37 millones de años luz de mi casa. Pero no era ninguna fiera, sino un
señor mayor, un aldeano de los de toda la vida, con su pantalón de tergal gris
y su chaqueta negra de esa tela indescriptible que sólo ellos saben dónde
encontrar. Sí, un aldeano en toda regla, con su boina y todo.
-Hola, rapaz –me dijo.
-¿Es a mí?¿No?¿Sí? Ah. Claro, vale, vale, ya sé que no
hay nadie más. Hola, señor. Perdone, es que me he asustado un poco.
-Disculpa el retraso pero pensé que el tontodelculo ese
de la casa de piedra tardaría un poco más y he aprovechado para ordeñar a las
cabras.
-Pero... entonces sabía que yo estaba aquí. Quiero
decir, ¿quién es usted y por qué sabía que me encontraría aquí?
-Pues, hombre, ya me imaginaba que pasarías la
prueba del rufián ese del arquitecto. No por tus méritos, que por la cara que
portas no serán muchos, sino por lo vago que es.
-Ah, que ya he pasado la prueba.
-Claro, hombre. Has superado la prueba del
arquitecto del Universo y ahora te vienes conmigo, que soy el creador, así con
minúscula.
El anciano sacó una manivela del bolsillo, la
introdujo en una piedra y se puso a darle vueltas. El mundo empezó a cambiar de
la misma forma en que una persiana que se levanta da paso al exterior y poco a
poco estábamos en un lugar muy diferente, en una playa, frente a un mar
tranquilo y azul.
-Bueno, pues ya has llegado al sexto planeta, el
Todo. Te estaba diciendo que soy el creador, encantado de conocerte.
-Joder, ¿usted es Dios? Me lo imaginaba de otra
forma. No sé, más alto, con melena, la barba blanca y con túnica y con más cara
de mala leche, eso también. No se moleste, que ya sé que parece que no, pero en
realidad es un cumplido. Bueno, igual no ahora que lo pienso.
-No te pongas nervioso que no soy Dios, ni falta que
me hace –dijo el anciano sentándose en una piedra frente a la mía- Soy el
creador. Me llaman así porque yo cree toda esa historia del Universo en
expansión. Fue un error pero no dejo de culparme, cosas de la juventud.
Verás, era yo como tú ahora, un imberbe estúpido y
sin cerebro, un mandril alocado buscando siempre el calor de las hembras, las
mujeres me refiero, que me querían mucho, las volvía locas, con este porte ya
me dirás, y yo siempre estaba buscando más. El caso es que todo esto, el
Universo entero, era antes una sola cosa, una piedra gigantesca que lo ocupaba
todo, no había planetas ni cosas de esas que hay ahora en la modernidad, sólo
un sitio enorme al que llamábamos Todo y después estaba la Nada, que era lo que
había alrededor y que a nadie interesaba. Porque no había nada, ya me dirás.
-Creo que lo entiendo –dije tratando de comprobar
que de verdad lo entendía- Todos los planetas, las estrellas, galaxias,
agujeros negros, meteoritos, cometas y todo lo demás que hay ahora moviéndose
por el Universo, eran antes una única pieza.
-Eso es, veo que te abres paso entre tus cortas
entendederas. El caso es que quería impresionar a la chica, ya sabes cuánto se
puede perder la cabeza ante unas formas orondas, y no se me ocurrió otra cosa
que demostrarle lo rápido que podía clavar una estaca de un metro en el suelo,
con un mazo.
-Ah, sí. Buen truco, siempre resulta –dije intentando
parecer empático.
-Lo has
probado ¿no? Normal, si es un clásico. El caso es que… ¿Has oído eso de que con
sólo dar un leve golpecito en el punto exacto puedes partir en pedazos un vaso
de cristal? Pues eso mismo es lo que pasó. Le pegué un par de aldabonazos a la
estaca y la enterré medio metro, y al tercer golpe se escuchó un crujido que no
veas. Nos fuimos corriendo y todo, del susto que llevábamos. Luego, durante un
par de días, pareció que no pasaba nada más, que todo era normal, pero llegó el
hijo del boticario para avisarme de que había una cosa en el cielo, en mitad de
la Nada. Era un trozo de Todo que se había desprendido. Al día siguiente había
otro y otro más, y a la semana el Todo entero se estaba desintegrando.
-Comprendo. O sea, que el Big Bang fue en realidad
un mazazo en una estaca.
-Tres, tres mazazos. El caso es que luego se
produjeron las reacciones químicas y físicas y de otros tipos.
Los gases,
soles, planetas y toda la demás parafernalia que ves ahora en el cielo.
-Pero hay una serie de cosas que no entiendo –dije confundido.
-Pues pregunta, majo.
-Lo primero. Antes del gran estacazo, si sólo estaban
el Todo y la Nada, ¿cómo es que había luz en el Todo? Si no había sol como
ahora… y sin embargo el planeta era habitable y pudieron ver lo de la estaca y
la vida en general.
-Pues había luz. Sin más. La Nada era la luz, que
ahora anda repartida por ahí en soles y otras cosas ardiendo.
-Vale, lo acepto. Pero eso que cuenta sucedió hace
miles y miles de millones de años ¿cómo es posible que siga usted vivo?
-Pues hombre, muy fácil. Al principio el tiempo era
normal, pasaba y nos hacíamos viejos, pero al producirse aquella desintegración
en todas direcciones el tiempo también se desintegró. Hacia la derecha el
tiempo corría en lo que llamaríamos sentido normal, de atrás p’alante y hacia
la izquierda al revés, de adelante p’atrás. Sin embargo, aquí, justo en el
centro del Universo, en lo que quedaba del Todo, el tiempo dejó de funcionar y
los que estamos aquí no nos hacemos viejos.
-O sea, que en una dirección el tiempo transcurre en
la forma normal, pasado-presente-futuro y en la otra al revés,
futuro-presente-pasado. Y aquí no hay tiempo.
-Eeeeso es. Muy bien. ¿Alguna duda más?
-Sí. ¿De dónde salió el Todo?¿Y la Nada?
-No sé, cuando yo nací ya estaban.
-Ah. Bueno, eso lo explica todo. Tendrá que ver con
Dios, supongo. ¿Existe? Porque alguien debió de crear el Todo y la Nada.
-Pues yo no lo sé. Unos dicen que existe y que creo
las dos cosas. Otros dicen que el Todo y la Nada se compensaban y eso significa
que la suma de ambos supone el vacío perfecto: 1-1=0. Ahora con tantas
transformaciones vete tú a saber.
-Ya. ¿Y qué hago yo aquí? ¿Qué es todo esto de las
pruebas?
-Pues verás, a los de aquí no nos gustó mucho la
evolución de la humanidad y ya estábamos hartos de ver sus fracasos y
obscenidades, que si guerras galácticas, que si exterminación de otras
especies, que si conquistas de galaxias, así que decidimos intervenir. El caso
es que se nos ocurrió mandar a Federico, el notario, ya le conoces, el
presidente de la Humanidad, para que se hiciera cargo y organizara todo aquello
de la lobotomización sistemática, así lograríamos sujetar vuestros instintos.
Pero surgieron todos esos problemas, la segregación de los rebeldes, el desánimo
por la falta de individualidad, y tuvimos que inventarnos la historia del
elegido para compensar. Y por si en el futuro nos interesaba utilizarla en caso
de necesidad. Pero apareciste tú y la jodiste, así que ahora estás aquí
haciendo un periplo absurdo que jamás pensamos que se iba a realizar.
-O sea, que lo del elegido es pura fantasía y la
prueba de los siete planetas igual.
-Sí. Ya te lo he dicho, apareciste y la jodiste.
Todo iba bien, la gente vivía sus vidas lobotomizadas sin mucho entusiasmo pero
con comodidad, con sus anhelos sujetos por una figura hipotética. Y al hacerse
realidad los resortes de contención saltaron y no veas la que se ha montado.
Ahora hay una revolución de cojones por todo el Universo, ya han empezado a
lanzar misiles intergalácticos y se han destruido varios cientos de planetas,
miles, y sus restos están destruyendo mucho más, galaxias enteras están modificando
sus movimientos. Ya has visto que no podemos esperar del arquitecto que lo
arregle.
-El me ha dicho que estaba preocupado porque parecía
que últimamente algunas piezas del Universo se negaban a seguir avanzando en
expansión.
-Por eso estás vivo, hijo. Si esto no llega a salir
bien, aunque sea por pura casualidad, ya te habríamos aniquilado –dijo el
anciano con frialdad- Esa es la parte buena de toda esta historia, quiero
decir, has causado mucho daño con tus imprudencias, pero todo esto que se ha
desencadenado con tu involuntaria intervención ha revertido el proceso. Con
todas esas explosiones, esos cambios en las órbitas, en las fuerzas de las galaxias,
el Universo ya no está en expansión, se está encogiendo. El Todo está recuperando
piezas, se está haciendo más grande, llegan trozos por todas partes y el
planeta las englulle. Lo estamos comprobando desde hace un par de días. En unos
cuantos miles de millones de años volveremos a tener el Todo y la Nada.
-Entonces ¿no hace falta que vaya al séptimo
planeta? De verdad que no me apetece, ya estoy un poco cansado de todo esto.
Quiero volver a Cádiz.
-Olvídate, muchacho. Olvídate de Cádiz. El séptimo
planeta es el Todo, esto que se ha empezado a construir bajo tus ojos. Aquí
vivirás hasta que esté reconstruído y así se cumplirá la estúpida profecía que
nos inventamos. El elegido superará la prueba de los siete planetas y a partir
de su llegada se construirá una nueva Humanidad. Quién lo iba a decir.
-Joder.
-Ya.
-Pues no sé qué voy a hacer aquí.
-Tampoco es que puedas ir a ningún otro lado.
-Ya. Si por lo menos estuviera aquí Scarlett.
-¿Quién?
-Samantha.
-¿La rubia buenorra de la nave espacial?¿La del mono apretado?
-Pero ¿cómo? ¿La conoce?
-Sí llegó hace unas horas con la otra piba, la que
va disfrazada de actriz porno. Esta mañana la propuse que nos fueramos los dos a
clavar una estaca y se lo tomó fatal.
-¿Dónde?¿Dónde está?
-Allí, en el pueblo –dijo el viejo señalando a mis
espaldas.
Corrí como un loco hacia el pequeño pueblo blanco que
se dibujaba junto a la costa, los dos
minutos que tarde en recorrer aquellos escasos quinientos metros se hicieron
eternos. Encontré a la piloto que contaba batallitas a cuatro o cinco lugareños
reunidos a su alrededor.
-¡Eh! ¡Elegido! –dijo al verme- ¿Te has enterado? El
planeta Senado ha reventado tío, hay un caos total en todas partes. En la radio
no se coge nada, sólo alguna señal de socorro. Han colisionado varias galaxias.
Mira el cielo, ¿ves ese leve resplandor naranja? Son las explosiones que hay por
todas partes.
Un bramido ronco interrumpió su discurso. Todos
miramos hacia aquella zona del cielo, sobre el mar, que parecía quejarse de un
terrible dolor. Entonces apareció un gigantesco pedrusco de roca, un trozo
enorme de algún planeta o asteroide que bajaba rajando la atmósfera entre humo
y llamas. Pensé que moriríamos todos tras el impacto, por la fuerza del golpe o
por un tsunami, pero no. Cuando la gran roca entró en contacto con la
superficie, ésta la engulló con suavidad, como una bola de plastilina se traga
a otra más pequeña.
La nave espacial estaba parada en un campo cercano,
junto a las casas. Corrí más y vi a Samantha que me sonrió con alivio y dio
unos pasos hacia mí.
Me paré a un metro de ella para verla bien, su
expresión mezcla de felicidad y alivio, las mejillas arreboladas, como
intentaba disimular que deseaba abrazarme y decirme que cuanto se alegraba de
verme.
-Ya no hay ningún motivo para no intentarlo,
Samantha. Y tenemos todo el tiempo del mundo.
-Vale –dijo intentando contener una sonrisa que se
dibujaba entre su timidez- Pero tenemos que poner unas normas.
-Esa parte dejémosla para mañana, o pasado –dije cogiéndola
en brazos- Ahora vamos a encerrarnos en la nave. Es más seguro.